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Pequeño Instructivo para ganar Elecciones

En el momento en que escribo esta líneas prácticamente las campañas habrán acabado -al menos en su fase, digamos, propagandística- pues ya quedan pocos indecisos. Ahora sí ya casi todos los ciudadanos saben por quién van a votar, con sus honrosas y atolondradas excepciones. El tiempo que queda será destinado por los partidos a afinar los detalles del proceso propiamente electoral, es decir, a trabajar bajo los siguientes criterios estrictamente técnicos:

 

a)    A ver cómo chingados vamos a arrear suficiente perrada para que vote por nosotros en las casillas.

b)    A ver cómo chingados vamos a ganar en las casillas donde no podamos arrear suficiente perrada para que vote por nosotros.

c)    A ver cómo chingados vamos a reventar las casillas donde nuestros contrincantes arréen suficiente perrada para que NO vote por nosotros.

d)    A ver cómo chingados vamos a ganar. Punto.

 

Dichas premisas imperan porque, encuestas aparte, el resultado dependerá en buena medida de la capacidad estructural que tienen los partidos en afianzar y acrecentar su voto duro, o sea: los militantes y simpatizantes, los incondicionales, los de casa, digamos. El inmenso resto -imprevisible, como siempre- queda confiado a la maquinaria de la publicidad, la cual no siempre rinde resultados óptimos. Es el momento de echar toda la carne (y todo el presupuesto) al asador, pues el comportamiento electoral de México, en los últimos años, ha demostrado que a éstas alturas nadie tiene asegurado nada.

 

No debiera sorprender, entonces, que el candidato de las izquierdas (como se autodefinen para establecer que, aunque profesan credos similares, cada quién cobra sus propias ganancias) haya registrado un repunte asombroso. Resulta que, por un lado la rampante mediocridad blanquiazul y por otro la infundada estulticia tricolor, han dejado al descubierto la verdad evidente: la propuesta izquierdista es la más incluyente para las grandes mayorías. Falta comprobar si ése ánimo general se traducirá en una copiosa afluencia a la urnas. Y después habrá que ver si la avalancha es suficiente para sobrepasar los operativos electorales que se monten en su contra. Aunque todos sin excepción, hay que reconocerlo, implementarán sus propias artimañas. Por ejemplo el señor Quadri, diseñado para robarle votos a la izquierda y para que la señora Gordillo conserve su registro, nada despreciable por cierto. Pero de ése no hablamos mucho, como siempre, porque es pura piña. Ái anda haciéndole al tío Lolo, desesperadamente consiguiendo restarle a López Obrador los tres puntos que Peña Nieto necesita para ganar…

 

Lo cierto es que México, en tiempos electorales, es como Disneylandia: a diario se viven emociones fuertes. Queda en el lector, en su condición de elector, votar para que ésas emociones sean fructíferas y duraderas.

Por Gabriel Mendoza

Articulista

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