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El Cairo queda aquí a la vuelta

Resulta sorprendente que el licenciado Peña Nieto no haya aprovechado a su favor el gran poder de convocatoria que tiene para congregar opiniones… Pero en su contra. Es un genio para echarse a la gente encima, sin duda. Por impericia, arrogancia e insensibilidad, lograron -él y su equipo- convertir una protesta de apenas más de cien estudiantes en un movimiento nacional de proporciones y repercusiones incalculables. Salta a la vista que de todo ha aprendido en la vida, menos a emplear correctamente el principio fundamental del judo (que en política es indispensable) el cual estipula que al adversario hay que vencerlo mediante su propio impulso.

Bisoño, el candidato. Lo ha demostrado con creces. La lógica de la provocación es simple: si caes en ella dá vuelta en redondo y se duplica, de suerte que al final de cada ciclo el problema se vuelve mayor y -por lo tanto- más difícil de manejar. Pero, además, lo patético del caso es que no se trata de una provocación. El reclamo de los estudiantes es legítimo, pues pertenecen a una generación bien informada, politizada y perfectamente intercomunicada, que no sufrió los rigores del régimen hegemónico, que vive en un país moderno aunque profundamente injusto (cosa que con razón les indigna) y que, en suma, no se parece en nada a las borregadas que el PRI arreaba en sus tiempos de gloria incontestable. Menudo problema tiene el hombre del peinado escultórico porque, de ganar la elección, llegará al poder seriamente cuestionado por el sector de la población sobre el que (supuestamente) se apoyará para realizar los cambios que pretende. Por añadidura, dichos jóvenes en seis años serán el grueso del electorado. Parece difícil que olviden la afrenta. Y mayor problema tenemos nosotros todos, pues va a llegar a la presidencia de la República un chavito bien lindo que -entre otras cosas- ya nos dejó claro que no agarra un libro ni a chingadazos, pero sí es capaz de agarrarte a chingadazos con un libro si no coincides con él.

La gran lección de todo este despelote se puede apreciar, con toda nitidéz, en las revoluciones del Medio Oriente. Las redes sociales constituyen un nuevo y universal espacio democrático, que propicia protagonismo real del ciudadano, con gobiernos, sin gobiernos y a pesar de los gobiernos. Pobre de aquel que las subestime. O peor: pobre de aquel que las escarnezca. No las controlas ni las influyes, pero te pueden cambiar la percepción de la sociedad en un santiamén. Se trata de una realidad a la que el pleistocénico PRI deberá adaptarse, donde necesariamente se revientan contra el muro todos los intentos de clientelismo y manipuleo corporativista. Tal vez si Peña Nieto fuera más humilde o más avispado lo entendería. Así como una buena dosis de autocrítica le vendría muy bien al PRI y le resultaría electoralmente más provechoso.

Por lo pronto, don Enrique llama a la tolerancia. Le tengo malas nuevas: la tolerancia no se invoca; se recibe a cambio sólo si uno la ejercita…

Artículo de Gabriel Mendoza

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