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Por Noemí Avilés.-
(27-07-12) Son sutiles los linderos entre los resultados de la aplicación de las encuestas y la publicidad. En las elecciones pasadas tenemos un claro ejemplo de lo que los resultados alterados pueden incidir en la elección de los mexicanos que acostumbran dejar su decisión en manos de otros. Es lo que conocemos como lastres del paternalismo.
Largo fue el tiempo en que los mexicanos hemos vivido bajo los términos de la representación democrática. Y la representación no es inconveniente en un contexto de analfabetas y clara división social por estatus y economía. Recordemos que los héroes de las independencias de nuestra nación pertenecieron a la clase media y a la aristocracia no reconocida por la corona española. Así que había ilustrados hombres y mujeres que pensaron en lo que convenía para la nación. Ya desde el Tratado de las Indias los indígenas los indígenas se sabían protegidos de la corona, desde ahí el sentido de paternalismo que albergamos los mexicanos, por lo menos los que no se han movido a favor de la comunidad. La representatividad representa un obstáculo cuando la sociedad ha cambiado y resalta la educación, pero sobre todo cuando nos encontramos con una sociedad dispuesta y asidua a la información.
El movimiento ciudadano nos entera del grosor de las cadenas, cuando sea el caso. Los mexicanos de hoy sabemos bien de esa cadena, y tiene nombre, es Televisiva. Y justo ante la protesta de los jóvenes que se mueven en las calles, que se manifiestan en las calles, es que nos damos informamos que existen mexicanos de nueva estirpe con espíritu de libertad, la cual consiste en liberarse de esa pesada cadena televisiva: Televisa.
En las exigencias de este movimiento se encuentra la lucidez de los jóvenes educados, sensibles que denota acertadamente lo que denuncia AMLO en relación al uso publicitario de los resultados de las encuestas y de las que se echó mano para filtrarlo de a poco en los comentarios de trabajadores al frente de las pantallas en la pesada cadena televisiva. Hoy vemos los resultados en donde el contubernio más peligroso justamente se observa en las autoridades electorales ante la necesidad de algunos mexicanos que vienen en pobreza y vendieron su sufragio.
Los métodos de la investigación del Consejo General del IFE dan como resultado que no se tenga idea del tiempo que invertirán para las pesquisas correspondientes y, así mismo, del veredicto sobre los casos del manejo de la información ni del presunto delito de lavado de dinero usado en la campaña de Peña Nieto, capital con el que, como ha quedad demostrado por el equipo de Carmen Aristegui, se usó por el PRI para la compra del voto ciudadano.
Por otro lado, tampoco podríamos esperar justicia al clamor de los jóvenes por aclarar el papel de las televisoras en el destino de los mexicanos. Quizá por eso López Obrador tuvo que recurrir a la grabación de testimonios de ciudadanos que vendieron su voto a cambio de la famosa tarjeta de la institución bancaria Monex.
¿Es posible que debamos llegar a esos extremos para procurar justicia y transparencia en las elecciones? ¿Bajo este contexto de contubernio de autoridades, empresarios ilegales, dinero lavado, podrá la voz de los jóvenes que ayer se plantaron en las afueras de la Televisora que nos ha demostrado que puede poner o quitar presidentes de México?
Nadie lo queremos pero ¿Qué hacer para que no suceda este estado de cosas antidemocráticas? ¿Conviene prepararnos, como plantea Obrador, para un presidente interino? Este último escenario no es descabellado dada la incertidumbre de la tiempos del Consejo General del IFE. Y el tiempo lo dirá.
