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Apuntes para una elección legitima

Por Cristina Portillo
Desde 1997, las elecciones en México son el punto de inflexión de la vida nacional, como nunca se observa el impacto de los proyectos de gobierno, de nación en la vida diaria de los habitantes de este país, y el próximo domingo no será la excepción, 14 mil empleados del IFE, más 50 mil contratados temporalmente, instalaran más de 143 mil casillas en todo el país convocando a más de 79 millones de electores; entre funcionarios y representantes de casilla, observadores electorales, y funcionarios del IFE, se estima que alrededor de 1,1 millones de mexicanos instalarán las mesas directivas de casilla a partir de las ocho de la mañana, recibirán a los votantes, cotejarán que la credencial de elector aparezca en la lista nominal y entregarán la boleta correspondiente para cada elección (además de Presidencia y Congreso, hay elecciones en 15 Estados, siete de ellas con renovación de gobernador, congresos locales, ayuntamiento incluyendo la jefatura de gobierno del Distrito Federal y sus delegaciones).
¿Existe temor del fraude electoral en México?. Puedo decir con certeza que sí, más allá de lo manifestado por el propio candidato de las izquierdas, la percepción popular es que el resultado electoral será inducido, lo determinante de esta inducción, todavía habrá de verse. Coincido con Mauricio Merino y José Woldenberg en la tesis de que el fraude a nivel central es imposible, pero la posibilidad de fraude es real, la compra y coacción del voto, las práctica clientelistas se han perfeccionado a niveles alarmantes desde 2006; y el tema pasa mucho más por el  tema de los gobernadores, quienes en los hechos concentran los tres poderes, es cuestionable la autonomía de los poderes legislativos y judiciales locales, el gobernador también tiene injerencia indebida en la organización de las elecciones, y opera la compra y coacción del voto en distintos grados, esta es una realidad.
El tema del fraude electoral ha cobrado vigencia por varios factores, pero su credibilidad depende de las posibilidades reales de triunfar que tenga AMLO, su indudable repunte en el último mes de ha prendido las alarmas en el PRI. No sólo por el repunte en sí mismo, sino que el fantasma del fraude electoral está presente, y por tanto la legitimidad de la elección y de su candidato sí es Presidente; por ejemplo el 43% de la población mexicana cree que las elecciones serán “poco o nada limpias”, según Jorge Buendía. En ese mismo sondeo, que da a Peña Nieto una ventaja de 16 puntos porcentuales sobre el candidato de la izquierda, también un 43% de los encuestados los que dicen que tienen poca o nada de confianza en el IFE. No podrían validar una cosa y la otra no.
Otro factor que hace  pensar en que el triunfo es posible, así como el fraude es el surgimiento de movimientos ciudadanos pro amlo, y no hablo sólo del “Yo soy 132” o el de los 400 intelectuales; la reactivación del Movimiento de Regeneración Nacional, que habría que decir también, fue superado por las iniciativas netamente ciudadanas; y hablando de “Yo soy 132”, sin duda la incursión a la Ibero de Peña, fue un parteaguas no solo en el proceso electoral, incluso para los años venideros los jóvenes de la primavera mexicana, como se les llama en el mundo, no luchan contra un modelo económico que juzgan perverso, como Occupy Wall Street o el 15-M, ni contra una dictadura feroz, como en Egipto o Túnez, sino contra las últimas y más resistentes sombras de autoritarismo que continúan enquistadas en la defectuosa democracia mexicana.
En un hecho inédito, “YoSoy132” convocó a un tercer debate que vieron más de 100 mil personas, al que acudieron tres de los cuatro candidatos: Peña Nieto se negó a asistir. Y otra vez: a pesar de la improvisación y las fallas técnicas, consiguieron que los aspirantes discutiesen las dudas de analistas, académicos y otros sectores de la sociedad sin escudarse en la rigidez de los formatos oficiales. La silla vacía de Peña Nieto, colocada entre López Obrador y Josefina Vázquez Mota, se ha convertido en la metáfora clave de esta elección: la izquierda y la derecha exhibiendo más coincidencias que diferencias y el PRI, confiado en su victoria, desdeñando este singular ejercicio democrático.
En la construcción del escenario del fraude, las televisoras han jugado su papel, si la mayor parte del país sólo se entera de la conducta de sus gobernantes a través de la televisión, y ésta apoya a un solo candidato, la justa se degrada a niveles insospechados. El contubernio demostrado por The Guardian, y principalmente lo que juzgan millones de mexicanas y mexicano incluso al ver la televisión, un montaje, distorsión informativa, un cerco mediático que genera desconfianza, sospecha de imposición, sobre todo si se contrasta el nivel de difusión del producto con las verdaderas cualidades intelectuales y políticas del mismo. FIL dixit.
También contribuye a la percepción y a la realización del fraude electoral, que en el fondo, en medio de tantas encuestas, sondeos, y esfuerzos informativos por saber quién va realmente a la cabeza, como están impactando los deslices y aciertos de campaña, la marca que dejan los elementos imprevistos de la contienda electoral, se ven invisibilizados en la jungla de las encuestas patito y a modo. La peor crisis de credibilidad de los mexicanos es por las encuestas no por los candidatos.
El último informe de la autoridad electoral asegura que “la mayoría de las empresas más conocidas han cumplido estricta y puntualmente con sus obligaciones ante el IFE”. Sin embargo estas obligaciones no garantizan la fiabilidad del resultado, solo de su metodología y el IFE también advierte de que el mayor problema es la “difusión de publicidad que se autodetermina ‘encuesta’ sin respaldo alguno en diarios del orden local”. El 27 de junio, tres días antes de la jornada electoral se publicarán las últimas encuestas y los mexicanos irán a votar después de haber leído cientos de predicciones. La mayoría, amañadas.
La posibilidad de fraude se robustece por la posibilidad de triunfo de la izquierda, la vocación democrática que está a prueba no es la de AMLO, es la de los Gobernadores priístas, la del IFE, la de los grandes empresarios, la de de Televisa y TV Azteca, la de los medios y empresas encuestadoras, en su comportamiento radica la legitimidad de la elección.
Articulista: Cristina Portillo

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