Repsol

“Y en los veneros del petróleo, el diablo” escribe Ramón López Velarde en ese poema sinfónico llamado Suave Patria. Este recurso energético que domina e incluso ordena las economías regionales, siempre se ha presentado como la manzana de la discordia y el objeto del deseo de empresas y gobiernos. Si en el pasado el General Lázaro Cárdenas del Río en un gesto de magnífico de soberanía, frenó a las rapaces compañías extranjeras, hizo nuestro el petróleo y por ello se tuvo que pagar un precio, hoy de forma más modesta expropia el 51 por ciento de la empresa YPF controlada por la española Repsol.

No es esta firma una desconocida para nosotros. En la política antinacionalista del presidente Felipe Calderón Hinojosa, se le han otorgado privilegios varios a la española sin que ello signifique una ganancia para el país. El ejemplo más claro son los contratos de extracción de gas en la Cuenca de Burgos, convenios que no se han reducido en un mayor volumen del combustible y sí en el pago de cientos de millones de dólares injustificadamente.

Este mismo día la presidenta Cristina Fernández enviará al parlamento la propuesta de expropiación de las acciones controladas por Repsol. Las reacciones no se han hecho esperar. La controladora de las acciones en la bolsa cayó estrepitosamente, las opiniones en Europa y en América son contrastantes, y desde Madrid se anuncia que se exigirá una indemnización superior a los 10 mil  millones de dólares. Es natural. En 1938 el pueblo mexicano tuvo que pagar la indemnización a las compañías extranjeras que saqueaban nuestros recursos naturales. Es muy posible que el caso vaya a para a los tribunales internacionales.

Y así como Repsol ha extendido sus tentáculos en México lo hizo en Argentina. La presencia de la compañía petrolera no significó un mayor autoabastecimiento, ni gasolina más barata sino todo lo contrario, tal y como sucede en México, Argentina fueron a enriquecerse sin ofrecer nada a cambio. Y ahí están las consecuencias. Sólo es de esperar que el expediente se encamine por los causes naturales y Repsol pueda pagar las consecuencias de su rapacidad.