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Aviadores

La educación en México es un personaje en busca de autor. Después del triunfo de la Revolución Mexicana, el ambicioso proyecto educativo de José Vasconcelos fue tan solo el arranque de una política que se quiso ambiciosa. Con el General Lázaro Cárdenas del Río, la frente de la presidencia del país, el verdadero sentido de educar masivamente tuvo un culmen prodigioso que se tradujo en una verdadera cruzada educativa. Aún conservo como tesoro inestimable un libro en octavo mayor, editado por la Secretaría de Educación de aquellos años: La Odisea.

La Odisea, del cual se tiraron… ¡100,000 ejemplares! Los diferentes gobiernos postrevolucionarios, si bien no perfeccionaron este punto de arranque, sentaron las bases para una política educativa de grandes alcances. Maestros con vocación pedagógica, tecnologías educativas, nacen las normales rurales, se construyen escuelas, se editan libros de texto gratuitos: en fin la vinculación entre educandos y y políticas educativas es una realidad.

AL mismo tiempo crece y se desarrolla un cáncer: el sindicalismo magisterial. Como sucedió con la política mexicana, el Sindicato oficial de maestros desarrollo las peores prácticas del corporativismo y el clientelismo. Carlos Jonguitud Barrios construyó una base de poder a raíz de la cual la disidencia quedó nulificada. Se les llamaba “los Charros”, y contra ellos nada se podía.

Jonguitud es relevado por la celebérrima Elba Esther Gordillo, poderosa mujer que con recursos del sindicato incluso ha podido hacerse de un juguete político, el partido Nueva Alianza.

En el proceso el Gobierno Federal decide descentralizar las políticas educativas y pasarle a los estados responsabilidades que le son propias. Resultado de estas erráticas políticas, de este abandono de la función esencial del Estado, la educación, es que hoy seamos en el continente el país más atrasado en esta materia.

La culpa de este estado de cosas podría encontrar variadas respuestas. Empero nos gustaría destacar una: lo mucho que le cuesta al Estado sostener a maestros que no cumplen con su función que no es otra que estar frente a un grupo de alumnas y alumnos ejercitando la importante tarea de educar. Según la Secretaría de Educación Pública son más de 12 mil los decentes que están comisionados en tareas sindicales, en asesorías pedagógicas e incluso muchos de ellos son candidatos o lo fueron a puestos de representación popular. Tantos, y ahí lo absurdo del caso, gozan de dos a seis plazas y la mayoría milita en las filas del sindicato gordillista.

Con lo que le cuesta al país el sostenimiento de este sindicato, de esto que en el argot popular se le conoce como aviadores, la educación pública podría hacerse extensiva a grandes zonas del país, hacer posible la gratuidad, como sucede en Michoacán, en todos los estados. En síntesis se trata de un lastre que mientras no se le meta la mano en serio permanecerá como dato para el asombro y la vergüenza.

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