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Periodistas en peligro

Por Víctor Ardura.-

En el ranking internacional, ¿en dónde se encuentra México en cuanto a estos riesgos para periodistas?, pregunta el reportero Francisco García Davish a Ricardo González, corresponsable del Programa de Libertad de Expresión y Protección a Periodistas, del grupo Artículo 19. La respuesta es, amén de esclarecedora, preocupante: “Es uno de los países más peligrosos en este momento, tanto por las cifras de periodistas asesinados y desaparecidos, como por los casos de agresiones que si bien no llegan a vulnerar definitivamente la integridad física, sí tienen un impacto concreto en el ejercicio de la libertad de prensa, como las amenazas. El conjunto de todo este tipo de agresiones que nosotros hemos documentado en los últimos tres años, van 565 agresiones de distinta índole, pero van sumando al mismo objetivo, que es afectar al libre flujo de ideas y formación de opiniones. Hay regiones en el país donde no se está produciendo y no se está llevando información. Eso es un problema para la sociedad. No puede haber democracia sin que circule la información.”

García Davish acudió al Taller Internacional de Periodismo “Mundos diferentes, amenazas similares”. Como se sabe, o por lo menos debería saberse, Artículo 19 es una de las organizaciones, junto con Reporteros Sin Fronteras, -entre otras agrupaciones-, que llevan un registro puntual del peligro que se cierne sobre los periodistas en el mundo. Un riesgo latente que ha tocado fondo, como en una caja de resonancia, a raíz de la presencia de grupos criminales relacionados con el narcotráfico. Recuerdo el caso emblemático del Diario de Juárez, un rotativo combatiente y profesional, que ante el creciente acoso de los cárteles publicaron en primera plana, a ocho columnas, “¿Qué quieren que publiquemos?”. En todo el país hay registro de periodistas y reporteros asesinados, desaparecidos (el verbo levantar se ha convertido en sinónimo de la nulificación como persona), amedrentados por las autoridades, reconvenidos públicamente por ellas y en no pocos casos ninguneados a la hora de hacer sus trabajos. En el otro extremo existe una fiscalía especializada que recién ahora da señales de vida, organismo que durante más de seis años ha servido para inflar el gasto corriente del Gobierno Federal pues no ha resuelto un sólo caso. Es más, y seguramente Artículo 19 debe de llevar la estadística: es con los gobiernos del PAN en donde la cifra de periodistas agredidos, con la correspondiente cauda de desapariciones y muertos, se ha disparado.

Fox dejó crecer el problema y Calderón lo ha llevado a niveles inimaginables. Recientemente leí un reporte de Reporteros sin Fronteras y México aparece como un país en donde ejercer el periodismo es un ejercicio de riesgo ¿Y qué han hecho reporteros y medios ante esta angustiante realidad? Hay casos como Colombia en donde se han adoptado protocolos de seguridad. Me explico para dar un ejemplo, si es preciso cubrir una nota que entrañe estimable riesgo para la persona que la reportero y la redactó, el trabajo se distribuye entre varios y no se firma. Así los redactores del trabajo periodístico queda en el anonimato y es más difícil para los grupos criminales ajustar cuentas. Otro protocolo es el trabajo en equipo, sobre todo en zonas de riesgo, estadía que es ampliamente difundida y publicitada por los medios ¿Que esto deja a un lado la razón de ser del trabajo periodístico, es decir, cuestiones de exclusividades y prestigio profesional? es probable, pero no se puede andar en territorio minado sin andar sin protección.

La Fiscalía tiene delante suyo un trabajo importante: empezar a atender estos riesgos inobjetables para la libertad de expresión. Y es que todo mundo se siente con el derecho de dar el manotazo al periodista. Y ojo: no solamente los criminales, los gobiernos, los funcionarios, los caciquillos. Me permitiré anotar una experiencia personal. En el Sistema Michoacano de Radio y Televisión, en donde hice muy buena amistad con varios de sus profesionales trabajadores, trasmitía un programa de revista política, en vivo, todos los días de lunes a viernes. Al mismo tiempo escribía una columna en el diario La Jornada Michoacán, -antecedente de esta que usted está leyendo, caro lector-, en una de cuyas entregas me atreví a criticar al entronizado y parece que eterno líder de los burócratas, un señor de apellido Ferreyra. En el programa radiofónico, externé dicha crítica y admití el derecho de réplica.

Semanas después, y a raíz de una de las constantes e incomprensibles desavenencias con el Gobierno del Estado, -éste sindicato filopriísta recibió más prestaciones y ganancias laborales con los gobiernos de izquierda que con los antecesores-, al terminar la toma de instalaciones oficiales el señor Ferreyra se apersonó ante el Sistema, y en un mitin relámpago fui declarado “Persona Non Grata” para el sindicato. No se me dejó entrar,  por supuesto ni siquiera transmitir y para tal efecto se dejó una guardia pretoriana de siete compañeros, a fin de que este servidor, peligrosísimo de la clase obrera, pudiera ingresar.

Así que la integridad de los periodistas, como se observa, pende de hilos muy delgados. Es de esperar que encuentros, talleres, discusiones obliguen a un cambio de conciencia en todos los niveles. La Constitución, nuestras leyes están obligadas a garantizar la libertad de expresión y la integridad de quienes la hacen posible.

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