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Por Víctor Ardura.-
(10-09-12) Al rededor de medio día pasó el Padre, debidamente ataviado, hombre grande, alto, y tez blanca que oficia en la iglesia de Nuestra Señora de la Natividad, por la calle de Virgilio Uribe con la autorización de la gente.
¿Qué es lo que sucede en esta calle? Desde el día anterior cohetes hacen sonar su mandoble. Como al rededor de media noche los jóvenes cargueros de poner sobre el piso, tapetes de aserrín con imágenes religiosas, particularmente uno grande con el retrato de la virgen, se propusieron a oficiar.
No se vaya a creer que son muchachos que guardan una disciplina. Son mujeres y hombres que mientras hacen su deber, están con una sonrisa en boca. Hablan de todo, de su trabajo, de algún recuerdo, o, anécdota relevante. Pero paulatinamente recorren y dan color y forma a la imagen, es decir, a la virgen, un divino rostro y otros emblemas religiosos que llegan desde Romero hasta la calle de Libertad.
Cuando el sacerdote llega al punto de la exposición, ésta deja un buen sabor de boca en los fieles: cantaron porras y oraron el Ave María cuya voz provenía de jóvenes principalmente.
Me dicen que durante muchos años ha sido una tradición sembrar las calles con dichos tapetes. Otros años ha tenido mejor función, pero este no puede desdeñarse. Los jóvenes incluso enfrentaron las groserías y desparpajo de un par de oficiantes nocturnos, medio borrachos, que iban a buscar pelea. Por cierto: en esta tarea civil, religiosa, familiar, no vimos por ningún lado a Dolores Padierna, senadora recién nombrada por el PRD.
Un año más y el asunto no se deja al motivo. Los vecinos logran conseguir presupuesto y ganas auténticas, aún las nuevas generaciones, por hacer y nombrar a los responsables del evento religioso. Vendrá la tarde y otros serán los ocupantes, los cotidianos ocupantes.
