El debate

La transición a la democracia está llena de retos. Y uno de los más importantes es la existencia de aquello que, por falta de mejor nombres, se llaman poderes fácticos. Uno de estos poderes son los medios de comunicación, de tal peso e importancia que imponen su agenda en cuestiones tan importantes como la transmisión en las pantallas abiertas del debate entre los candidatos a dirigir los destinos de la nación.

El concesionario de televisión Azteca, que incluye los canales 7, 13 y 40, impuso lo que piensa sobre los partidos, los candidatos y el debate al relegar a un canal de menos audiencia, el canal 40, la transmisión del debate,  y transmitir a la misma hora en uno de sus canales de mayor audiencia un encuentro de futbol. En su cuenta de Twitter, despectivo, afirma que la gente está harta de la degradación de la política.

Salinas Pliego es el vivo ejemplo de hasta dónde puede llegar el poder de una televisora, frente a un estado amedrentado ante los posibles alcances de una medida correctiva. Sucedió en el pasado en el caso de la televisora que hoy opera Milenio, en el juicio mediático al Gobierno del Distrito Federal por el caso del asesinato del conductor Francisco Stanley, y ahora este desdén que abre su impronta contra el ejercicio de la información. No pudieron ni el Consejo Federal del IFE, ni la Secretaría de Gobernación meter en cintura a este concesionario. Y no se transmitirá en cadena nacional, y seguramente la transmisión del evento deportivo restará audiencia al debate. Lamentable ejercicio del poder unipersonal que nos dibuja un Berlusconi totonaca con los mismos delirios de grandeza.

Como sea es importante que este domingo se vea el debate. Más allá de los promocionales por televisión, por radio, del impacto de los espectaculares que nada dicen es importante para tomar una decisión que los ciudadanos aprecien lo que piensan y lo que proponen los cuatro candidatos a dirigir los destinos de la República. Es mucho lo que está en juego como para ignorarlo y ver cómo corren tras un balón veintidós hombres armados de nada.