Ahuizote Agencia de Información Ahuizote.com
Columna política «elquenocae…», Por Leopoldo G. Arenas (22-02-17).- El día de hoy, durante una plática con compañeros y amigos de oficina, surge el tema; acude uno de ellos a llevar a su hijo a la escuela y en la puerta del plantel, es testigo de una discusión entre un alumno y el profesor encargado de recibir a los estudiantes en la puerta. El tema se refería al corte de cabello, pudiera parecer una nimiedad, pero es tan solo una muestra.
Dentro de una sociedad organizada, existen reglas de observancia general, mismas que están encaminadas a fomentar la cultura del respeto y la legalidad.
Recuerdo mis años de estudiante, mis padres estaban comprometidos con la formación tanto de mis hermanos como con la mía, teníamos objetivos mínimos que cumplir mensualmente, la llegada de la boleta de calificaciones representaba un día de orgullo, existía competencia y tratábamos de demostrar a mis padres el resultado de nuestro esfuerzo.
Si en la escuela por alguna razón nos metíamos en problemas (algo que ocurría muy seguido por nuestra inquietud), cuando llamaban a los padres, estos escuchaban a los maestros y llegando a casas, recibíamos una reprimenda y el castigo correspondiente.
Los maestros cumplían con el horario establecido y permanecían frente al grupo, se interesaban por el avance académico de cada estudiante, cuando alguno manifestaba conductas como la hiperactividad, no bateaban el problema, lo afrontaban.
La currícula que se impartía, abarcaba todas las áreas del conocimiento, desde el tercer año de preescolar aprendíamos a leer y escribir, recibían igual importancia en la primaria las ciencias sociales como las naturales, aprendíamos pensamiento lógico matemático y realizábamos de manera mental tanto las operaciones básicas como algunas intermedias.
En la secundaria recibíamos doce materias por año, la educación cívica tenía un papel fundamental.
El comportamiento se evaluaba y uno no podía solicitar ingreso a etapas avanzadas de formación sin presentar la carta de buena conducta.
El vocabulario y nuestra manera de expresarnos tenían especial seguimiento por parte de los padres.
Hoy con tristeza constato la manera en que esto se ha perdido, esos maestros como “Marbella, Maria Luisa, Rosalinda, Josefina, Camilo” y tantos más que recuerdo de mi infancia, ya no existen en la actualidad.
Hoy en lugar de frases como Calidad, Conocimiento, Compromiso y Valores, encontramos “movilizar es educar”, huelga, lucha, derechos.
Los maestros acuden al aula sin planes de trabajo, la labor docente se ve como obligación y no como compromiso, piensan en sus derechos y niegan cualquier obligación. (ejemplo que es seguido de idéntica manera por sus alumnos)
Se redujeron el número de materias en secundaria, historia, civismo y ética, son asignaturas en el olvido.
Los padres simplemente se desligaron de su compromiso de formación para con los hijos y se lo quisieron traspasar a los maestros, estos simplemente lo rechazaron y tampoco asumen el propio.
El vocabulario dejó de ser importante, al día de hoy las palabras “cabrón y guey” son sinónimos de todo y en una conversación de 100 palabras, se repiten 30 veces.
Cuando uno platica con jóvenes entre los 12 y 20 años, se descubre una gran carencia de conocimientos, pero sobre todo, de valores.
Cuando uno se pregunta porque vivimos en un México violento y emproblemado, la respuesta está en el sistema educativo que fue desmantelado en los años 90´s y la primer década del siglo XXI.
Hoy al hacer retrospectiva, agradezco a mi padre y madre su tiempo, apoyo y preocupación, trato de imitarlos buscando replicar esa conducta en mi hija, extraño a esos verdaderos maestros de antaño y cuando me encuentro frente a un grupo, busco honrarlos tratando de transmitir lo que ellos me enseñaron.
Tengo muy presente la historia y trato de aprender de los errores cometidos.
Como dijo el hombre más importante de los últimos dos milenios:
“Quien tenga oídos para oír, que oiga”
Comentarios: elquenocae@hotmail.com
