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CIDEM e IMCED al CECTI

¿Crisis en la investigación científica mexicana? Ahora lo vivimos en Michoacán. Dos centros de investigación deja de laborar amén de las deficiencias que en materia de investigación científica se venían presentando en el país: El Instituto Michoacano de Ciencias de la Educación (IMCED) Y el Centro de Investigación y Desarrollo del Estado de Michoacán (CIDEM).

Ante la justificación de un adelgazamiento institucional, en donde estas dos instituciones formarán parte del Consejo Estatal de Ciencia, Tecnología e Innovación (CECTI). Pero ¿qué es lo que más preocupa, el despido de los trabajadores o que la investigación se endurezca? O incluso ¿qué pasará con el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología de Michoacán (COECYT) si la razón de ésta institución es justamente la del CECTI?

Lo primero que salta es el conflicto de intereses y la creación de una institución que desplaza a las anteriores que ya venían presentando problemas al interior de la institución. El caso del IMCED, para precisar. Porque en sentido estricto, ¿cuál sería la intensión de crear un consejo que se encargue de la investigación científica?

Otro aspecto relevante es pensar en el destino de los que ahora se dedican a la investigación en aquellas instituciones. Bien pueden hacer investigación independiente sin mayor conflicto, seguir la línea de lo que ya hacían y les pagaban por eso. El problema consiste en que si la justificación estatal del reajuste administrativo es el recurso financiero, no se observa cómo puedan subsidiar los proyectos que los investigadores les hagan llegar. En consecuencia el futuro de la investigación científica en Michoacán no promete un robustecimiento ante el adelgazamiento burocrático.

A propósito de este reajuste en Michoacán, ya en el ochenta y siete, el  Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) advertía este fenómeno a nivel nacional; nos anunció dos nudos para la investigación científica: “Una de las series la constituyen los excesos de la investigación metropolitana y la otra, las deficiencias de los chisguetes de investigación en distintos lugares del país. Dan cuerpo a la serie mayor los problemas gigantismo, la burocracia excesiva, la esclerosis galopante, la fuga de cerebros hacia la política, la neurosis, la ideología en turno y la jerigonza. A la serie provinciana concurren poco oficio, pobreza, exceso de erudición, enanismo, falta de eco y esclavitud docente.”

La segunda problemática refiere a las instituciones mismas: “La estructura agigantada de casi todos los centros de investigación científica de la metrópoli se nota en el número tan crecido de sus investigadores verdaderos, en el albergue que da a simples parásitos de la labor académica y en lo desmesurado del personal administrativo.”

Ante este escenario, habría que revisar si es posible que este ajuste, en la realidad, beneficie a los investigadores con formación y a los que no, pues que les implique apretar el paso en beneficio del espíritu formal, la investigación científica. Por lo demás, la burocracia crecerá. No hay duda.

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