Debate

Aún con todo e imperfecciones en el formato diseñado, el primer debate presidencial fue un triunfo para la democracia. Según las mediciones de rating, este intercambio de opiniones, propuestas e incluso críticas intercandidatos, tuvo mayor audiencia que el partido de futbol programado a la misma hora y en el principal canal de la empresa propiedad de Ricardo Salinas Pliego.

Y decimos que fue un triunfo para la democracia porque el IFE tuvo que aceptar las condiciones de las televisoras, ante la incapacidad o indiferencia de la Secretaría de Gobernación, y se encontró con que los ciudadanos se mostraron más interesados en oír debatir a los cuatro candidatos a la presidencia. El asunto es que seguramente tendrá que someterse a  una reflexión profunda el peso que tiene para la democracia el que se intente encabalgar los intereses de los particulares sobre los públicos.

El Consejo Federal del IFE, por otra parte, ideó un formato rígido que poco se presta al desarrollo de las propuestas en temas tan delicados como seguridad, desarrollo económico, desarrollo sustentable, reforma energética, entre otros. Es inevitable que en un debate de esta naturaleza salgan a relucir lo que popularmente se conoce como los trapos sucios. Y Enrique Peña Nieto fue el objetivo de la candidata Josefina Vázquez Mota de manera recurrente. López Obrador rompió el esquema, no se sometió al formato y utilizó un lenguaje más comprensible sobre los temas de fondo. De ahí tal vez el brinco cualitativo que dio en las preferencias de quienes vieron el debate, tal y como lo ilustra la encuesta de María de las Heras.

El siguiente debate es posible que arrope experiencias derivadas de este encuentro. Como sea lo importante es señalar, subrayar, el interés del televidente por este ejercicio, atención que puso en su lugar a quienes pretenden estar por encima de instituciones y de la democracia electoral misma.