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No somos locos pero somos muchos

Por Jimena Quintana.-

Las ciudades grandes están llenas de locos. Algunos diagnosticados y otros por diagnosticar. “Chilangolandia” no es la excepción a esta regla. En un edificio al norte de la ciudad -donde su humilde narradora intenta sobrevivir- habita en soledad un personaje que forma parte de los locos diagnosticados. Le llamaremos Melchor. Es un hombre de edad madura, con ciertos estudios, delgado y, a pesar de vestir siempre de traje, su aspecto es un tanto descuidado. Melchor suele tener algunos episodios de rareza inusitada propia de la enfermedad que padece: esquizofrenia. Dichos episodios suelen ser -cabe la malicia- muchas veces divertidos. Algunas veces gusta de caminar descalzo, en reversa y haciendo Zig-Zag como si fuera robot. Otras, menos divertidas, grita a través de la ventana por su hermano, justo a mitad de la noche, despertando a todos los vecinos. Una madrugada, en que tuvo lugar uno de estos últimos episodios, sonó el timbre de mi casa. Era la vecina que vive en el departamento debajo del de Melchor. Había llamado a todos los que moramos en el mismo piso, pidiendo que nos uniéramos para denunciar, ante la patrulla que Don Jesús -esposo de esta vecina-  había llamado previamente, a Melchor por el alboroto que causaba.  Uno de los dos patrulleros que habían llegado subió enseguida y tocó a la puerta de Melchor acompañado por Don Jesús. Melchor no abrió la puerta ni contestó. “¡Estás loco pero no pendejo!” –gritó con furia Don Jesús.

Mientras, en el piso de abajo, se hablaba sobre las anécdotas de Melchor. Una señora anciana especulaba que el extraño comportamiento de nuestro personaje seguramente era por el consumo de drogas y, siendo así, podría tener cura. Otra decía que no, que evidentemente estaba enfermo y que, por esa condición, era necesario que lo internaran antes de que pudiera hacerle daño a alguien “¡qué tal que en uno de esos ataques avienta por las escaleras a alguien que va pasando!” –Señaló.

La señora Susana, que limpia el edificio por una cuota quincenal, de manera honesta contó: “Pues Melchor, hace ya varios años, se ponía en este pasillo a enseñar matemáticas a mis hijas. A mí siempre me trata con respeto. De hecho, él es muy puntual con la cuota del mantenimiento, y cuando me viene a pagar me dice que es sólo una propina, o bien, que es para que invite a mi marido a Acapulco o a desayunar…pero a mí también me da miedo” –concluyó con un tono que denotaba cierta culpabilidad. Don Jesús había bajado y se unió a la plática. Con orgullo señaló “a mí Melchor me tiene miedo por que en una ocasión que fui a reclamarle, por que había cortado el cable de televisión, lo golpeé”.

El segundo patrullero subió. El primero seguía con nosotros y seguramente había tardado demasiado. Rápidamente le informaron lo acontecido hasta el momento y decidió subir nuevamente al apartamento de Melchor. Comenzó a golpear y patear, enérgicamente y con la palma de la mano abierta, la puerta de Melchor. Curiosamente gritó exactamente lo mismo que Don Jesús: “¡Estás loco pero no pendejo!”. Los patrulleros recomendaron presentar la querella en la delegación. Un grupo de vecinos, entre ellos Don Jesús, decidieron ir en ese momento ante las autoridades para hacer la denuncia.

Al día siguiente me encontré con Don Jesús. Le pregunté qué había sucedido con la demanda. Me contó que estaba en proceso pero que sería algo largo, pues finalmente, Melchor estaba en su casa y no se podía correrlo como él pretendía. “¿y sabes que hizo hoy por la mañana?” –Me decía- “¡me vino a tocar, me ofreció una disculpa y me dio una papaya!”.

Foucault dice en su libro Locura y Civilización: “La locura no se puede encontrar en estado salvaje. La locura no existe sino en una sociedad, ella no existe por fuera de las formas de la sensibilidad que la aíslan y de las formas de repulsión que la excluyen o la capturan.”

En lo personal, debo confesar, me da más miedo la actitud “civilizada” de Don Jesús que la “locura” de Melchor.

 

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2 comentatios

  1. EsrazRoccoton

    Excelente manera de exponer la psicosis que se apodera de los habitantes de un edificio promedio en el DF. A ver, ¿Quién es el loco, pues? ¡Muy buen trabajo! ¡Felicidades; esperamos con ansias el que viene!

  2. Excelente artículo.Definitivamente el precario sistema de salud en nuestro país no permite darle tratamiento a personas que pueden reincorporarse a la sociedad, con un tratamiento adecuado.Un ejemplo de ello es el colectivo argentino denominado ‘La Colifata’, que por medio de la radio dan voz y atención a personas que están bajo tratamiento en el hospital psiquiátrico conocido como ‘El Borda’.

    La reacción de ese ‘Don Jesús’ es bastante común, su agresividad responde a su miedo y su ignorancia acerca de las personas con patologías mentales. Ciertamente me hace pensar en un concepto de A. Jodorowsky, que dice que «la psicoterapia no cura, porque trata de readaptar a un individuo a una sociedad que de por sí ya está enferma»…creo que Don Jesus lo confirma.

    Excelente artículo, hace reflexionar al lector sobre el tema que aborda.Felicidades a Jimena Quintana.

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