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Los incendios devoran el Mediterráneo

28 de julio del 2023.- Una ola de incendios se extiende por varios países de la cuenca mediterránea sembrando la destrucción a su paso. Grecia y el sur de Italia son los más afectados, aunque también se ha visto golpeada duramente Argelia, donde esta semana han muerto 34 personas. En menor medida, se han producido fuegos en Portugal, Croacia, Turquía, Túnez, Francia y España.

Dos turistas observan las llamas desde la lejanía en Archangelos, en la isla de Rodas

La oleada coincide con algunas de las temperaturas más elevadas que se han registrado en esta región, clasificada por los científicos como «punto caliente» del cambio climático debido a su especial vulnerabilidad. Al igual que algunas zonas de Estados Unidos y del continente asiático, el Mediterráneo se ha visto azotado durante las últimas semanas por un calor extremo, dejando registros insólitos en los termómetros de islas como Cerdeña o Sicilia. En Argelia, han llegado a alcanzarse temperaturas de 50 grados a la sombra.

España sigue siendo el país europeo con más hectáreas quemadas este año, más de 73.000, seguido de Italia y Grecia
DATOSRTVE
Este calor inusualmente intenso, junto a la sequedad del paisaje y la fuerza del viento en determinadas zonas, convierten a la cuenca mediterránea en un polvorín. Los incendios son habituales en esta región del mundo durante la temporada estival, pero sorprende su creciente capacidad de destrucción. «Estamos en la época de incendios típica para países como Grecia, Italia o Argelia», asegura a RTVE.es Víctor Resco de Dios, profesor de Incendios y Cambio Global en la Universitat de Lleida, quien sin embargo cree que “lo que no es normal es la virulencia que estamos viendo por ejemplo en Argelia, donde llevamos tres años seguidos en los que ha habido que lamentar varias víctimas; o en Grecia, donde muchas urbanizaciones están siendo afectadas de una forma grave, y no es la primera vez». Resco de Dios rememora los incendios forestales del año 2018 en la península de Ática, los más mortíferos de la historia reciente del país heleno, en los que fallecieron más de 100 personas.

En este sentido, José Antonio Alloza, investigador del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), apunta a un factor determinante que ha influido en que los fuegos sean cada vez más extensos e intensos: «los cambios socioeconómicos» de numerosas regiones del ámbito mediterráneo, que han derivado en un «abandono de los aprovechamientos tradicionales tanto agrícolas como forestales», lo que a su vez ha provocado que la vegetación «ocupe de una manera descontrolada esos suelos que la agricultura deja libre, y se produzca una acumulación de vegetación».

Un escenario que se ve agravado por el cambio climático, asociado a «una mayor irregularidad en las precipitaciones e incrementos de temperatura con olas de calor muy fuertes y muy continuadas, que producen una desecación rápida de la vegetación». «Estas condiciones de inestabilidad también generan vientos que facilitan la propagación del fuego», recalca este especialista.

Las temperaturas disparadas del Mediterráneo se producen en un momento en el que el clima global está influido por el fenómeno de El Niño, vinculado de manera general a un aumento térmico en muchas regiones del planeta. Además, las temperaturas de la superficie de los océanos llevan desde mayo situándose en niveles inusualmente altos, lo que también contribuye a potenciar las olas de calor. El mar Mediterráneo ha roto recientemente su marca histórica de media diaria, con 28,4 grados centígrados en sus aguas superficiales, según el Servicio Europeo de Cambio Climático Copernicus (C3S).

Así, aunque la región mediterránea, debido a sus características, es una de las que peor parte se está llevando, los termómetros se han disparado en todo el mundo. Julio se ha convertido en el mes más caluroso jamás registrado, según los datos ofrecidos el pasado jueves por la Organización Meteorológica Mundial (OMM). «La era del calentamiento global ha terminado, y hemos entrado en la de la ebullición global», define de manera muy gráfica el secretario general de la ONU, António Guterres, quien cree que «el cambio climático está aquí, es terrorífico, y esto es solo el comienzo».

El infierno como normalidad
La idea de que este mundo preapocalíptico es solo la antesala del infierno que está por venir parece cada vez más real, algo que desde el ámbito de la ciencia llevan años alertando sin mucho éxito. «Ahora mismo estamos viendo el tráiler de la película en la que vamos a vivir el resto de nuestra vida, y no hacemos nada. Temporadas de incendios como la que se vivió el año pasado en España, con más de 300.000 hectáreas quemadas, o como la que estamos viendo ahora en otras zonas del Mediterráneo es apenas un aperitivo de lo que está por llegar», advierte Víctor Resco de Dios.

Según este ingeniero forestal, los modelos climáticos indican que en apenas doce años, en 2035, las condiciones actuales serán habituales y que apenas tres lustros más tarde, en 2050, «veranos como los que estamos viviendo estos días serán anómalos pero no porque sean muy calurosos, sino por todo lo contrario, porque serán particularmente benignos». Ante semejante escenario, apunta a que «solo cabe esperar un aumento en la virulencia de los incendios, en su intensidad y poder de destrucción, con una afectación cada vez mayor a los núcleos urbanos, especialmente aquellos que están en una zona de transición entre lo urbano y lo forestal».

El investigador del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo José Antonio Alloza coincide en que «todas las modelizaciones apuntan a una intensificación del fenómeno, con incendios más extensos, más severos, y afectando a zonas que hasta ahora se habían librado, como por ejemplo zonas de montaña dentro de la cuenca mediterránea».

Aunque, como también indica, hay otro problema derivado del incremento de la gravedad de los incendios, y es que estos han dejado de ser un problema forestal. «Hasta hace unos años, cuando hablábamos de incendios nos referíamos a un problema del sector forestal. Ahora su magnitud y gravedad están originando que también sean un problema de emergencia social, que afecta a las infraestructuras y que pone en riesgo vidas humanas», subraya Alloza.

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