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México se está convirtiendo en un infierno: Elena Poniatowska

A los 82 años, Elena Poniatowska mantiene intacta su capacidad de protesta y confiesa que le debe todo al periodismo. Habla de su país, México, convertido en un «infierno», del oficio de escribir, los escritores y amigos. Un testimonio que refleja las más íntimas convicciones de una mujer íntegra.Este año Poniatowska es la invitada principal del programa de autores iberoamericanos de la Feria Internacional del Libro de Miami, que se inaugura hoy con la velada «Una noche con Poniatowska», donde la Premio Cervantes 2013 hablará de sus experiencias vitales, literarias y periodísticas, informa la agencia Efe.
A pesar de su resistencia, Poniatowska (París, 1932) ha devenido en un auténtico mito viviente para muchos lectores y admiradores de su lucha desde joven contra un capitalismo sin trabas, el abuso de poder, la injusticia y la desigualdad social.
La entrevista
PREGUNTA. ¿Qué ha significado el periodismo para usted?
RESPUESTA. Al periodismo le debo todo, porque fue mi escuela desde muy joven. Comencé a hacer entrevistas y fui aprendiendo todo. Tuve el privilegio de entrevistar a gente muy valiosa como Alfonso Reyes, Octavio Paz, Alejo Carpentier, Luis Buñuel… Ellos fueron mis maestros y con ellos entablé una relación que siguió después de las entrevistas.
P. ¿Encuentra que el periodismo que se practica hoy en día es más complaciente con el poder?
R. No en México. La prueba es que es el país donde más periodistas han muerto por denunciar las cosas terribles que suceden en este mismo momento. Pero el periodista en América Latina está obligado a tener capacidad de protesta y de indignación.
La voz de Poniatowska se vela de rabia al tocar la realidad de la impunidad del poder y la barbarie desatada en México por la violencia criminal, especialmente en el caso de los 43 normalistas asesinados por miembros del grupo Guerreros Unidos, después de ser detenidos por policías corruptos y entregados al crimen organizado.
«Todo el mundo piensa que México se está convirtiendo en un infierno, que la mayoría de la gente no tiene recursos», subraya con amargura.
P. La injusticia y la desilusión son algunos de los problemas esenciales de su obra. ¿Hasta qué punto son una obsesión para usted?
R. Han sido parte de mi vida diaria. Apenas salgo ahora a la calle, pero está a la vista de todos: la injusticia, la desigualdad social, el precipicio entre una clase social y otra.
P. ¿Y masacre de los estudiantes desaparecidos que quemaron con la ropa puesta y los enterraron?
R. La injusticia social durante tantos años en México culmina en actos como este que acaba de suceder con los 43 jóvenes normalistas desaparecidos.
P. ¿Qué es lo que más le enoja?
R. Me enoja las muertes injustas, la desigualdad social, el que los políticos de mi país le pongan a uno en vergüenza. Soy una escritora honesta que ha sido tragada por una realidad terrible, la de mi país.
Sigue la violencia al amparo de la indignación
Mientras tanto, familiares de los 43 estudiantes desaparecidos en México llegaron este fin de semana al municipio de Tlapa, en el sureño estado de Guerrero, para apelar a la solidaridad de la población, mientas otros grupos continuaron sus acciones violentas al amparo de la indignación que el caso ha generado en el país.
En otro parte informativo, Efe señaló que unos 100 padres de familia y compañeros de los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa que desaparecieron el 26 de septiembre en el municipio de Iguala a manos de policías locales y miembros del crimen organizado llegaron en dos autobuses a Tlapa, en la región guerrerense de La Montaña.
Este contingente forma parte de las tres caravanas que desde el 13 de noviembre recorren el país para concienciar a la población sobre la tragedia de Iguala y en las que participa alrededor de medio millar de personas, entre familiares y compañeros de los desaparecidos.
Y todas convergerán en Ciudad de México el próximo 20 de noviembre, cuando se conmemora la Revolución Mexicana, para realizar un magno acto de denuncia.
Mientras, otros grupos continúan realizando diversas acciones en el país bajo la bandera de Ayotzinapa, pero haciendo sus propias demandas de orden laboral o político.
Manifestaciones en Guerrero
Alrededor de 50 licenciados de escuelas normales (para maestros) se apoderaron de una decena de camiones de empresas de alimentos en Chilpancingo, la capital de Guerrero, y sustrajeron la mercancía para repartirla entre personas que se encontraban cerca.
Los licenciados formaron la noche del jueves la Resistencia Normalista Guerrerense, un movimiento para exigir plazas docentes y la presentación con vida de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
A su vez, miembros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (Ceteg) y estudiantes «normalistas», la mayoría embozados, tomaron el viernes casetas de peaje durante algunas horas y pidieron «contribuciones voluntarias» a los automovilistas para dejarlos pasar.
La Ceteg ha protagonizado algunos de los episodios más violentos de las protestas que se han producido a raíz de la desaparición de los estudiantes, incluyendo el incendio del Congreso estatal y el ataque a las oficinas del Partido Revolucionario Institucional (PRI, en el poder federal) esta semana en Chilpancingo.
Esa agrupación gremial realizó en 2013 bloqueos de carretera y ataques a oficinas gubernamentales y sedes partidistas en protesta por la reforma educativa programada por el Presidente Enrique Peña Nieto.
Al término de una reunión con el fiscal mexicano Jesús Murillo efectuada el martes pasado en Chilpancingo, los padres de los desaparecidos dijeron a la prensa que continuarán sus manifestaciones pacíficas y se deslindaron de los maestros de la Ceteg y sus acciones violentas.
Ataque a sede de partido
Por otro lado, un grupo de manifestantes encapuchados atacó el sábado la sede del partido oficialista en Xalapa Veracruz, este de México), en una protesta contra los Juegos Centroamericanos disputados en ese estado en plena conmoción nacional por la desaparición de 43 estudiantes, indicó la Agencia France Press.
Una decena de manifestantes se deslindaron de la marcha pacífica que estaban realizando un centenar de maestros y estudiantes y se dirigieron a la sede regional del Partido Revolucionario Institucional (PRI, del presidente Enrique Peña Nieto), donde lanzaron piedras, destruyeron ventanales y quemaron parte de una de sus oficinas, constató un periodista de la AFP.
«Queremos justicia, no queremos Juegos», se leía en una de las pancartas que lucían los manifestantes, que también pintaron las paredes de algunos edificios oficiales, comercios y hoteles de la ciudad, sin aparente presencia de la policía.
La indignación por el brutal ataque que sufrieron en septiembre los 43 estudiantes desaparecidos, que se teme que fueron masacrados en una alianza de narcotraficantes y policías en Iguala (Guerrero, sur), desató desde hace semanas fuertes protestas en varias partes de México y también en el estado de Veracruz, donde el viernes se inauguraron sin incidencias y bajo una fuerte vigilancia los juegos Centroamericanos y del Caribe.
Las protestas son «contra los Juegos Centroamericanos, no son contra los deportistas. Eso hay que aclararlo muy bien, no tenemos nada en contra de las delegaciones», dijo Ariel Segura, uno de los maestros en la protesta.

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