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Maroma nueva (Columna Política «La Feria», Sr. López)

Columna Política «La Feria», Sr. López (08-VII-2020).- Con vergüenza cuento a usted que uno de los viejos de la familia (no me atrevo ni a decir si la materna o paterna), a los varones púberes, de los que era inminente el llamado de nuestra madrastra natura a conservar la especie, nos llamaba y en privado preguntaba qué era mejor, si una mosca o una mariposa. Cuando tocó turno a este menda, respondió que no era mejor ninguna, que eran distintas y agregó el anciano: -Cierto, pero tú decide qué metes a tu casa, si moscas o mariposas –deleznable lección racista, clasista…

Parece mentira pero entre los EUA y México hay dos personajes similares, pertenecientes más a la teología que a la historia, ambos bajo el manto protector de dogmas que nadie se atreve a cuestionar: Benito Juárez y Abraham Lincoln.

De Juárez, intocable y venerado, solo dirá este irreverente machuca teclas, que con tal de ser reconocido su gobierno por los EUA, el 14 de diciembre de 1859, les vendió en cuatro millones de dólares, a perpetuidad (‘perpetuo’ en este caso, es sin fecha de caducidad), tres pasos libres para tropas y civiles de ese país: del puerto de Tehuantepec a Coatzacoalcos; de Guaymas a Nogales ‘u otro punto conveniente de la frontera’ entre México y el vecino del norte (artículo VI); y de cualquier punto entre Camargo y Matamoros, ‘u otro punto conveniente de la frontera de Tamaulipas’, vía Monterrey, hasta Mazatlán (artículo VII)… México mantenía su soberanía sobre esos pasos francos y la responsabilidad de darles seguridad (Tratados McLane-Ocampo). La circunstancia obligaba dirán algunos.

Justo Sierra el incuestionable liberal, sobre esto dijo: “(…) no es defendible y todos cuantos lo han refutado, lo han refutado bien, porque representó la constitución de una servidumbre interminable (…) Juárez y Ocampo se hallaban alucinados” (“Juárez su obra y su tiempo”); y José Vasconcelos señaló: “Juárez en Veracruz, no estaba solo. Su metrópoli estaba en Washington y hasta allí fue a dar un obsequio que los juaristas ofrecían a la gran República del Norte a cambio de su apoyo cada vez más urgente”.

Juárez con esa venta disfrazada de tratado, violó la Constitución de 1857: no tenía esas facultades, sino el Congreso (artículo 72) que podía “aprobar los tratados, convenios o convenciones diplomáticas que celebre el Ejecutivo” (inciso XIII), además de “conceder o negar la entrada de tropas extranjeras en el territorio de la Federación, y consentir la estación de escuadras de otra potencia, por más de un  mes, en las aguas de la República” (inciso XVI). Total… con saltarse unos parrafitos.

Pero los Tratados McLane-Ocampo fueron rechazados por el Senado… de los EUA. ¡Qué pena con las visitas!

El Presidente de México ahora que ande por Washington, irá a poner sus flores a la estatua de Juárez quien, sea como sea, es nuestro héroe, sí, pero para algunos no muy informados, casi un santo laico… y no, no es para tanto.

También irá nuestro Presidente al Monumento a Lincoln, a colocarle su ofrenda floral al intocable héroe yanqui, impecable, impoluto, que está en el Olimpo-EUA, por suertudo que era.

Lincoln lideró a su país durante la espantosa Guerra de Secesión, ganó, preservó la Unión, abolió la esclavitud, fortaleció el gobierno federal, fomentó el sector bancario, el cobro de impuestos, la construcción de ferrocarriles y reactivó la economía. Héroe grande de ellos, pero tampoco el San Martín de Porres de Kentucky.

No se dice mucho lo que pensaba de los negros don Lincoln, si le interesa, léase ‘Forced into Glory: Abraham Lincoln’s White Dream’ (‘Forzado a la gloria: el sueño blanco de Abraham Lincoln’), de Lerone Bennett Jr., quien se echó 20 años investigando para escribir su libro pero si duda, entonces lea las ‘Obras completas de Abraham Lincoln’. Unas muestras:

“¿Liberarlos (a los esclavos) y hacerlos política y socialmente nuestro iguales? Mis propios sentimientos no admitirán eso… No podemos hacerlos entonces nuestros iguales” (Lincoln, Obras Completas, vol. II, p. 256).

“(…) este gobierno fue hecho para la gente blanca y no para los negros” (Lincoln, vol. II, p. 281).

«Lo que yo más desearía sería la separación de las razas blanca y negra» (Lincoln, vol. II, p. 521).

“No tengo ningún propósito de introducir la igualdad política y social entre las razas blanca y negra…. Yo (…) estoy a favor de la raza a la cual pertenezco, teniendo la posición superior. Nunca he dicho nada en contrario” (Lincoln, vol. III, p, 16).

“No estoy ni he estado nunca a favor de producir de ninguna manera la igualdad social y política de las razas blanca y negra… No estoy ni nunca he estado a favor de hacer votantes o jurados a los negros, ni de capacitarlos para que tengan cargos, ni para que contraigan matrimonio con la gente blanca” (Lincoln, vol. III, pp. 145-146).

“Apoyaré hasta el final la ley de este Estado (Illinois), que prohíbe el casamiento de gente blanca con negros” (Lincoln, vol. III, p. 146).

Igual y por lo que haya sido, Lincoln empujó hasta conseguir que el Congreso de su país aprobara la incuestionable ‘Decimotercera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos’, que prohíbe de forma definitiva la esclavitud en ese país. Al César lo que es del César y a Abraham, lo de Abraham.

Lo que sí es de pena ajena son los discursos de nuestro Presidente, rosarios de lugares comunes que revelan su indigencia intelectual. Si él sospechara cómo estuvo el pleito entre liberales en el siglo XIX en México, le bajaría dos rayitas a la veneración que aparenta tenerles. Y si supiera el calibre de patriotas que también hubo del lado de los conservadores, prescindiría de su constate condena, reflejo exacto de sus conocimientos históricos obtenidos en revistas a la venta en tienda de conveniencia. Además, México hoy es otro y nuestros problemas no son ideológicos.

Tenemos en Palacio a un señor empeñado en desempeñarse como prócer y lo contratamos para trabajar, pero eso de plano no se le da, por eso nunca ha trabajado y como dice el dicho: chango viejo no aprende maroma nueva.

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