29 de septiembre del 2025.- Tras casi dos años de conflicto en Gaza, la Administración del presidente estadounidense, Donald Trump, ha puesto sobre la mesa un ambicioso plan de 21 puntos que busca no solo poner fin inmediato a la masacre, sino redibujar el futuro político de la Franja. La propuesta incluye la liberación de rehenes, el relevo de Hamás del control político y militar y una vía hacia la creación de un Estado palestino.

El plan, que supone una ruptura respecto al discurso inicial de Trump, ha sido elaborado por el enviado especial de Estados Unidos a Oriente Medio, Steve Witkoff, a su vez asesorado por el exasesor principal de la Casa Blanca, Jared Kushner, y el ex primer ministro británico, Tony Blair, según la prensa británica. Este último, según ha señalado Trump, también participará en las conversaciones a través de la creación del bautizado como ‘Consejo de Paz’. Además de los puntos ya mencionados, el texto, según ha revelado la Casa Blanca, incluye medidas humanitarias urgentes, un plan económico de reconstrucción, la creación de una zona especial con incentivos para inversores y el despliegue de una fuerza internacional de estabilización.
El plan de Trump para Gaza propone la creación de un comité tecnocrático palestino bajo supervisión internacional que administre Gaza; la exclusión de Hamás del Gobierno de la Franja y la desradicalización del territorio (lo que incluye el desarme de los grupos islamistas); así como la liberación en las siguientes 72 horas inmediatas a la confirmación del acuerdo de los rehenes israelíes.
La iniciativa contempla a su vez que Israel se comprometa a no ocupar ni anexionar la Franja. De esta forma, el documento, busca articular de forma viable un «día después» tras el fin de las hostilidades. Si se acepta la propuesta, señala el mandatario estadounidense, la guerra terminará «inmediatamente».
Pero el entusiasmo de la Casa Blanca y de Trump, que han asegurado estar «muy cerca» de llegar a un acuerdo y esperan que «ambas partes acepten», choca de frente con la retórica del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. El mandatario ha rechazado reiteradamente cualquier fórmula que contemple un Estado palestino, mención que ya destacó en su último discurso frente a la Asamblea General de la ONU. La reunión de este lunes entre ambos mandatarios se ha tornado clave para determinar la disposición de Netanyahu a aceptar la propuesta.
Sin embargo, durante su intervención, Trump solo ha vinculado la responsabilidad de aceptar el acuerdo a Hamás que «en caso de no aceptar, serán los únicos responsables de sus acciones». En cambio, ha evitado hacer comentarios sobre la negativa del primer ministro israelí sobre el reconocimiento de Palestina como Estado.
Esta ha sido la cuarta visita de Netanyahu desde que Trump regresó al cargo en enero. El mandatario lo ha recibido con un cálido apretón de manos y en un marcado contraste con la fría recepción que su homólogo israelí obtuvo el viernes ante la Asamblea General de la ONU, cuando decenas de delegados abandonaron la sala en protesta.
Formalidades aparte, la Casa Blanca es consciente que, «para alcanzar un acuerdo razonable para ambas partes, ambas tienen que ceder un poco y podrían retirarse un poco descontentas», según ha contemplado la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, en una entrevista al programa Fox News.
Cabe destacar que, incluso si Tel Aviv acepta, tras el ataque israelí del 9 de septiembre en Doha, actualmente no hay una diplomacia activa entre el grupo islamista e Israel que ponga fin a los combates a corto plazo. A este respecto, la Casa Blanca ha asegurado que Trump «hablará» pronto con Catar. De momento, el plan no ha sido presentado a Hamás, pese a que el domingo señaló estar dispuesto a considerar cualquier propuesta «de manera positiva y responsable».
Netanyahu y las líneas rojas
El discurso del primer ministro israelí en la ONU el pasado viernes fue tajante: «Asesinar a judíos tiene recompensa». Netanyahu no solo rechaza cualquier reconocimiento formal de un Estado palestino, sino que además insiste en que Israel mantenga control absoluto de la seguridad en la región hasta «terminar el trabajo» con Hamas.
Dentro de su coalición, ministros ultraderechistas como Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir rechazan frontalmente la cesión de poder en Gaza a un Gobierno interino supervisado desde fuera. Recientemente, el miembro del partido ultraderechista Otzma Yehudit (Poder Judío), Yitzhak Kroizer, ha expresado a The Media Line su categórica oposición al plan. «Israel no entró en esta guerra para entregar Gaza en bandeja de plata a otra entidad terrorista», ha recalcado.
El presidente estadounidense sabe que el éxito de su propuesta depende de obligar a Netanyahu a aceptar concesiones impopulares dentro de su coalición, si bien cualquier decisión que choque contra la facción sionista amenaza con tumbar al Gobierno israelí.
De ocurrir este supuesto, Netanyahu enfrentaría una posición incómoda, pues está acusado de varios cargos de corrupción y podría ser sometido a duras condenas de prisión si pierde su puesto al frente del Ejecutivo.
En paralelo, Emiratos Árabes Unidos ha presionado a Netanyahu para que acepte el plan de Trump y abandone la idea de anexar Cisjordania, advirtiendo que la normalización con Arabia Saudí, país clave en la región y que el Gobierno israelí ambiciona tener de su lado, depende de ello.
Del rechazo de Hamás a la renuencia de la Autoridad Palestina
El plan parte de una condición difícil de cumplir: la renuncia total de Hamás a las armas y la entrega de todos los rehenes de una sola vez. El grupo islamista considera que mantener cautivos a los israelíes es su principal carta negociadora, y pese a que ha mostrado en propuestas de alto el fuego anteriores su intención de ceder la administración civil de la Franja a un Gobierno de transición, no así lo ha hecho con la renuncia a la lucha armada.
Esta desmilitarización de Gaza no solo se limitaría a entregar las armas, también contempla la destrucción de los túneles e infraestructura bélicas construidas durante décadas por Hamás. Esto también supone aplicar un programa de «desradicalización», elemento percibido por la formación como una imposición unilateral de valores contrarios a su causa.
A esto se suman las reservas de otras facciones no incluidas directamente en el acuerdo preliminar, como la Yihad Islámica Palestina, que podrían dinamitar cualquier acuerdo que no contemple su participación. Por otro lado, la idea de aplicar un plan en «zonas libres de terrorismo» podría fragmentar aún más la Franja, creando administraciones paralelas en el territorio con presencia de Hamás. Esto último podría hacer inviable la creación de un Estado palestino o procurar su estabilidad en el futuro.
La creación de un Estado palestino es ya de por sí difusa. El plan no establece unos requisitos mínimos para determinar qué situación en la Franja es apta para avanzar en la consecución de un país independiente. Esto puede suponer que su creación quede supeditada a una autoridad arbitraria que frene o paralice según las circunstancias su aprobación.
El Gobierno de la Autoridad Palestina (AP), radicado en Ramala (Cisjordania) tampoco lo tiene fácil para aceptar este plan. La AP reclama ser reconocida como la única autoridad legítima sobre Gaza y Cisjordania (algo que la ultraderecha israelí tampoco ve con buenos ojos), de ahí su posible rechazo a un modelo de un Gobierno provisional de tecnócratas bajo tutela internacional. Asimismo, exige que cualquier plan incluya una afirmación explícita sobre un Estado palestino con fronteras de 1967 y Jerusalén Este como capital, algo que no contempla la propuesta de Trump. Sin esas garantías, la AP teme quedar reducida a un actor simbólico sin poder real.
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