*FRACASO DE MARCHA, ALARMA PARA LA SOMBRERIZA.
*CUANDO LA PLUMA TROPIEZA.
*EL 2026 BAJO LA LUPA: RESPONSABILIDAD Y ESPERANZA.
Columna Política «Bajo la Lupa», Por Armando Saavedra (22-XII-2025).- El asesinato del presidente municipal de Uruapan, CARLOS MANZO, abrió un boquete político que el régimen estatal intentó tapar con la designación exprés de su pareja sentimental, GRECIA ITZEL QUIRÓZ GARCÍA, como alcaldesa sustituta. Una medida que, más que institucional, fue indemnizatoria: se trataba de mantener a flote al llamado “Movimiento del Sombrero”, esa fuerza local que había llevado a MANZO a la presidencia de la Perla del Cupatitzio. El gesto fue presentado como continuidad, pero en realidad fue un salvavidas político.

Desde la tribuna del Congreso, QUIRÓZ y su aliado, el diputado CARLOS ALEJANDRO BAUTISTA TAFOLLA, anunciaron con bombo y platillo la migración del sombrerismo de lo local a lo nacional. El sueño es grande: conquistar la gubernatura de Michoacán por la vía independiente, con QUIRÓZ como candidata. Y como suele ocurrir en estos casos, aparecieron de inmediato las encuestas milagrosas, esas que ponen a cualquiera en la cima de las preferencias con porcentajes de charanda rebajada.
Se habló de 40 puntos por encima de figuras consolidadas como RAÚL MORÓN y ALFONSO MARTÍNEZ. Una canonización estadística que, como advertimos en su momento, tenía más de emoción que de ciencia.
El fenómeno MANZO, convertido en mártir, generó un pico de fervor ciudadano. Pero como todo pico, la curva tiende a bajar. La emoción inicial se ha ido apagando como farol de feria después de la fiesta. Y a esa baja natural se suma el desgaste político que implica gobernar Uruapan, el segundo municipio más complicado del estado. No es lo mismo ser borracho que cantinero: administrar la violencia, la corrupción y la presión social desgasta más que cualquier encuesta inflada.
Una de las pruebas de fuego que la sombreriza tendrá que sortear, llegó con la marcha convocada presuntamente por la llamada “Generación Z” el sábado 20 de diciembre. Se anunció como movilización estatal, con salida desde la Plaza Morelos y destino en el Palacio de Gobierno. El resultado fue un desfile fantasma: menos de cien asistentes, siendo generosos en la contabilidad, más policías que manifestantes, y un eco que se apagó antes de llegar al centro.
La marcha del 14 de diciembre, que se había anunciado previamente, ni siquiera se realizó por falta de quorum. Es decir, el único intento de movilización sombrerista terminó en fiasco.
La sombreriza, rápida de reflejos, se deslindó olímpicamente. Negaron tener algo que ver con la convocatoria. Pero aquí lo relevante no es quién organizó, sino quién no acudió.
La gran ausencia fue la ciudadanía que levantó espontáneamente al Movimiento del Sombrero en Uruapan. Esa espontaneidad, que es el alma de cualquier movimiento ciudadano, brilló por su ausencia. Y cuando la espontaneidad se apaga, lo que queda es un cascarón con discursos disruptivos y poca carne organizativa.
El fracaso de la marcha es más que un detalle logístico: es un síntoma político. La psicosis manzista empieza a enfriarse. El duelo se transforma en rutina, y la rutina no llena plazas. Los discursos de BAUTISTA TAFOLLA y QUIRÓZ pueden seguir sonando disruptivos, pero sin respaldo ciudadano se convierten en sermones de tribuna. La política no se sostiene con encuestas cuchareadas ni con arengas de micrófono: se sostiene con organización territorial, con comités en los 113 municipios, con trabajo de tierra.
Aquí está la alarma para la sombreriza: constituir un movimiento político estatal no es cosa de sombreros ni de discursos. Es cosa de estructura, de disciplina, de organización. Y eso, hasta ahora, no se ha visto. La marcha vacía es el espejo más cruel: refleja la distancia entre la emoción inicial y la realidad organizativa.
El Movimiento del Sombrero enfrenta un dilema clásico: seguir viviendo de la memoria del mártir o dar el salto a la construcción política real. Lo primero es cómodo, lo segundo es difícil. Lo primero da likes y encuestas infladas, lo segundo exige sudor y desgaste. Y como dice el dicho, no hay charanda que alcance para mantener encendida la llama sin leña organizativa.
La ciudadanía ya dio su primer aviso: no basta con símbolos ni con sombreros. La política requiere presencia, constancia y estructura. El fracaso de la marcha es la primera factura que se cobra al sombrerismo. Y si no se atiende, vendrán más. Porque la espontaneidad no se decreta, se gana. Y cuando se pierde, recuperarla es más difícil que llenar una plaza vacía.
Así las cosas, la sombreriza debe entender que la emoción no dura para siempre. Que el mártir no gobierna, que las encuestas no organizan, que los discursos no llenan plazas. Que la política, en Michoacán, es más dura que un camino de terracería en temporada de lluvias. Y que si quieren convertir el sombrero en bandera estatal, tendrán que aprender que no basta con levantarlo: hay que sostenerlo con estructura.
El fracaso de la marcha es, pues, una alarma. Una alarma que suena fuerte y clara: la espontaneidad se apagó, la ciudadanía se ausentó, y el Movimiento del Sombrero enfrenta su primera prueba real. Si la ignoran, quedarán como farol de feria apagado, como charanda rebajada, como discurso sin eco. Y en política, esos silencios pesan más que cualquier encuesta inflada.
CUANDO LA PLUMA TROPIEZA
Hasta los grandes columnistas caen en la desinformación o en narrativas que parecen más encargos políticos que periodismo. El caso de SALVADOR GARCÍA SOTO y su texto sobre Michoacán es ejemplo claro. En el oficio, la precisión es ley. Sin ella, la columna se convierte en ariete de intereses ajenos. Y sí: hasta los nombres de prestigio nacional pueden tropezar.
El texto de SALVADOR GARCÍA SOTO en El Universal sobre el llamado “Plan Michoacán” exhibe contradicciones que no son menores. Primero afirma que la ciudadanía lleva “cuatro años” sufriendo la violencia narca bajo ALFREDO RAMÍREZ BEDOLLA. Más adelante asegura que la descomposición viene de “los últimos 20 años”. ¿Por fin? ¿Cuatro o veinte? Esa confusión no es un detalle: es el tipo de imprecisión que convierte la crítica en golpe político.
Otro ejemplo: la “guerra contra el narco” de FELIPE CALDERÓN. Conviene aclarar: CALDERÓN nunca declaró una guerra. Lo que sí ordenó fue una movilización militar llamada “Operativo Conjunto Michoacán”, el 10 de diciembre de 2006, y lo hizo a petición expresa del entonces gobernador LÁZARO CÁRDENAS BATEL. Ese operativo fue el arranque de una estrategia nacional, pero el bautizo de “guerra” vino después, desde la prensa y la narrativa política, no desde un decreto presidencial. Confundir ambos hechos es desinformar.
Y si hablamos de rigor, el columnista ni siquiera se tomó la molestia de verificar el nombre correcto del secretario de Seguridad Pública de Michoacán. Lo cita reiteradamente como JOSÉ ANTONIO OSEGUERA, cuando en realidad se trata de JUAN CARLOS OSEGUERA CORTÉS, hoy cesado del cargo. Repetir varias veces un nombre equivocado no es error de dedo, es falta de investigación. En periodismo, confundir un nombre propio es como confundir la fecha de un hecho histórico: invalida la crítica y desnuda la prisa por golpear más que por informar.
No se trata de defender a FREDY. Se trata de defender el periodismo de convertirse en espada prestada. Cuando la narrativa mezcla cifras, fechas, nombres y sospechas sin rigor, el resultado es más propaganda que columna.
El periodismo crítico exige datos, memoria y precisión. Sin eso, la pluma deja de ser lupa y se convierte en consigna. Y cuando se repite la versión fácil —“CALDERÓN declaró la guerra”— o se confunden nombres de funcionarios, se perpetúa un mito que distorsiona la historia y sirve más a la política que a la verdad.
En Michoacán la violencia tiene raíces profundas, de dos décadas, y FREDY carga apenas con cuatro años de gestión. Confundir los tiempos y hasta los nombres es cargarle culpas ajenas y absolver a quienes sembraron el terreno antes. Esa es la diferencia entre análisis y arenga. No es RAMÍREZ BEDOLLA el que necesita defensa, es la verdad. Porque cuando la columna se escribe con consignas y no con hechos, el golpe no es contra un político: es contra el periodismo mismo.
EL 2026 BAJO LA LUPA: RESPONSABILIDAD Y ESPERANZA.
El 2026 se asoma con nubarrones: salud, economía y seguridad pintan un horizonte cuesta arriba. No obstante, estos días de fervor navideño nos invitan a detenernos, mirar hacia dentro y preguntarnos hasta dónde es nuestra responsabilidad el estado de cosas que vivimos en el país y en nuestro entorno inmediato. Porque sólo las sociedades conscientes y decididas son capaces de generar los revulsivos que transforman la realidad.
Desde esta columna, deseamos que el próximo año traiga a cada uno de nuestros lectores la fuerza para reflexionar, la claridad para exigir y la esperanza para construir. Que el 2026 sea, pese a todo, un tiempo de resistencia, de unión y de renovada voluntad colectiva.
Nos reencontraremos con ustedes en el nuevo año, en el que les platicaré qué se siente ejercer periodismo disruptivo, crítico y de investigación a la hora de los presentes navideños, ya les contaré…
PD.- Este lunes a las 2 de la tarde, tendremos el último programa de “la Pedrada” a traves de las redes sociales que usted conoce y me acompañara para despedirnos el abogado GABRIEL MONTIEL, con quien haremos los últimos y mordaces analisis y comentarios de este 2025.
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