Columna Política «Diputado 501», Por Antonio Tenorio Adame (15-IX-2025).-
La visión de la historia es ambivalente por naturaleza humana que parte del ideal deseado y la realidad de lo posible. Lo primero se divide a su vez, lo mejor del pasado y la insatisfacción del logro alcanzado

Minorías base de legitimidad.
Mientras las mayorías sociales celebran con júbilo hasta la estridencia, el día de la Independencia, otras corrientes del pensamiento ven con reserva ese suceso que hoy cumple 215 Aniversario de celebración.
El acucioso crítico social y legislador blanquiazul Juan Antonio García Villa recoge en su artículo del Financiero (12 septiembre 2026) un valioso comentario del padre del liberalismo mexicano, José Maria Luis Mora, donde da cuenta del desasosiego e inquietud ocasionando el colapso de la independencia:
“La revolución que estalló en septiembre de 1810 ha sido tan necesaria para la consecución de la independencia como perniciosa y destructora del país. Los errores que ella propaga, las personas que tomaron parte o la dirigieron, su larga duración y los medios de que echó mano para obtener el triunfo, todo ha contribuido a la destrucción de un país que, en tantos años como desde entonces han pasado —escribió Mora en 1836—, no ha podido aún reponerse de las inmensas pérdidas que sufrió”.
Las causa de la crisis económica que causó la independencia se establece a partir de la precipitación de adelantar la fecha del estallido de guerra que estaba establecido para unos el 1o de octubre y para otro el 1o de noviembre.
Este hecho es relativo ya que existió el pronunciamiento del Ayuntamiento de la Ciudad de la Nueva España de 1808 y la conspiración de la Nueva Valladolid.
Antecedentes que revelan la incidencia de un estado de ánimo generalizado y frecuente en el tiempo y el espacio.
El relato crítico debidamente fundado del historiador Jaime Rodríguez da cuenta de ello. Así debe registrarse como un costo social elevado de regresión absoluta del sistema de producción.
Estas son las consecuencias pero no las causas que las provocaron; a este respecto, es factible mencionar las siguientes: a. Causas Exógenas y b. Causas Endógenas.
Respecto a las primeras, John Elliott se refiere a los sistemas de dominio de los imperios del mundo Atlantico entre el español y el británico como centralizado el ejercido desde Madrid y, el operado, como descentralizado en el segundo.
Así en lo esperado sería los Estados Unidos funcionó un sistema alterno que reemplazaría al aparato de control colonial una vez derrotado; ejemplo de esto sería el Congreso Continental que acompañó políticamente el proceso bélico del general G. Washington.
En el espacio de la insurgencia iberoamericana se asumía una ausencia del Estado y su administración cuyo soporte era peninsular exclusivamente. La nación Trigarante tuvo un inicio acompañada del endeudamiento exterior.
Con las Trece colonias del Hudson el endeudamiento fue interno, provocado por la guerra y asumido por la Unión.
Entre los factores externos de desventaja a los criollos fueron las condiciones del reparto del poder mundial, en el cual la monarquía ayudó a la independencia norteamericana tanto directamente en las trincheras como en el aporte de su expansión territorial; en uno, los soldados españoles combatieron a los ingleses, y, en el otro, la cesión de los derechos territoriales de las Floridas y la Louisiana en 1803, las cuales eran consideradas del dominio de la Nueva España y se entregaron a Jefferson con la firma de los Tratados de San Ildefonso, que valoraba el puerto de Nueva Orleans de gran importancia estratégica para Estados Unidos.
En resumidas cuentas, el quiebre del dominio colonial británico se dividió en dos polos imperiales.
En tanto, la derrota del imperio español arrastró en su caída a los estados emergentes de la nueva América.
Mayorías legitimadas por minorías incluyentes.
Entre las consideradas causas internas del complicado y aislado proceso de independencia mexicano, destacan actos de auténtica originalidad no concebidos en los ámbitos similares de su época, como:
a. Las fuerzas libertadoras fueron desbordadas en contingente populares, únicamente surgidos en Haití, sin poder orgánico militar, como ocurrió en el resto de hispano-América, donde se dividen los ejércitos de la monarquía:
b, El mando de la guerra la asumen los sacerdotes que eran parte del bajo clero. Así, entre la desbordada participación de las masas y carencia de mando se presenta la anarquía y la violencia atroz incontrolada, lo cual impacta a la sombra de división entre los militares y civiles que explota en la derrota del puente de Calderon y la degradación de Hidalgo, quien pierde el mando de la guerra en Aguascalientes.
C. La derrota de la monarquía en México, a diferencia de la continental, no es resultado de la victoria insurgente, sino más bien sigue la ruta del acuerdo o pacto entre beligerantes criollos liberales, Iturbide y Guerrero que llevados por la identidad cultural continental firman el Plan de Iguala, sin desconocer a la metrópoli.
d. El centro de poder de la monarquía mantiene su carácter de monarquía autoritaria a pesar de la experiencia constitucional gaditana y los proyectos de los reformistas de Jovellanos, condes de Aranda, y de Florida Blanca, así como el duque de Olivares.
Promulgación Constitucional.
El rechazo de reconocer la soberanía del México independiente tardó alrededor de tres lustros, hasta 1836; el embajador plenipotenciario de México, Miguel de Santa María, plasmó su firma en los Tratados de Calatrava
México conquistó su libertad en la individualidad de sus propias fuerzas, carencias y errores, sin el apoyo ni solidaridad, como sí fue la fortuna de Estados Unidos, donde coincidió el origen de nación con la formación del imperio.