11 Julio 2025 Cultura y educación
“Un caballo es un regalo. Y no tenemos derecho a perderlo”, explica la fundadora de la granja Spirit’s Promise. Más allá del deporte y la industria, los caballos son vitales para la vida rural, contribuyendo al sustento de unos 600 millones de personas en países de renta baja y media, ayudando a transportar agua, alimentos y mucho más.

En Long Island, una franja de tierra rodeada por el océano Atlántico cerca de la ciudad de Nueva York, los caballos destinados al matadero tienen una segunda oportunidad: vivir y ayudar a la gente a curarse. La granja -fundada en 2010 por Marisa Striano y que lleva el nombre de su querido caballo, Spirit’s Promise-, ofrece curación tanto a los caballos como a las personas necesitadas.
Noticias ONU visitó la granja con motivo del primer Día Mundial del Caballo, establecido este año por la Asamblea General de la ONU. Con el establecimiento de la jornada, los Estados Miembros enviaron un mensaje claro: los animales merecen ser tratados con cuidado y respeto.
Milenios al lado de la humanidad
Desde los antiguos campos de batalla hasta los modernos programas terapéuticos, los caballos han estado al lado de la humanidad durante milenios, pero en el mundo de la alta tecnología actual, pocos recuerdan ese legado.
“Los caballos no sólo nos ayudaron a sobrevivir”, dice Marisa Striano, subrayando que han sido fundamentales en la construcción de muchas economías, arando la tierra y transportando a la gente.
Muchas culturas veneran a los caballos no sólo por su fuerza, sino por su presencia espiritual. En Mongolia, el país que presentó la resolución del Día Mundial del Caballo, los caballos son sagrados y forman parte de la identidad nacional. Los niños suelen aprender a montar antes que a caminar, y las canciones populares celebran la lealtad y nobleza de estos animales.

ONU Caballos del santuario Spirit’s Promise, en Long Island, Nueva York.
Desapareciendo de vista
Los caballos, que fueron el principal medio de transporte de la humanidad, han sido sustituidos en gran medida por máquinas. En la actualidad, se utilizan sobre todo en el deporte, el turismo, la terapia y el ocio.
Pero este cambio no significa que hayan perdido su lugar en las actividades humanas. “Los caballos no han perdido su valor, simplemente hemos dejado de verlo”, afirma Striano.
Una segunda oportunidad para vivir
Los caballos de carreras enfermos, viejos o retirados suelen ser sacrificados.
“Imagínate trabajar 15 años, darlo todo, y que luego te tiren simplemente porque te has hecho viejo”, dice Striano. «Esos son los caballos que acogemos. Les damos más tiempo. Una segunda oportunidad».
La granja alberga a 19 caballos rescatados, entre ellos caballos retirados de la policía, antiguos sementales de cría e incluso viejos caballos de trabajo amish, cada uno con su propia historia.
“Uno de ellos es Gus: tiene 107 años en edad humana”, dice Striano. «Era un caballo de terapia, pero al final empezó a tirar a los niños. Ahora está jubilado y enamorado de su compañera ciega, Ramona. Son inseparables. “Esa es el alma del caballo».
Congruencia emocional
Los caballos no son sólo ayudantes, son seres profundamente emocionales, intuitivos y muy sociables. Con una visión de casi 360 grados y una gran sensibilidad al entorno, los caballos están en sintonía natural con los estados emocionales, explica Striano. Esto los convierte en compañeros ideales en entornos terapéuticos.
En Spirit’s Promise, los caballos trabajan con niños discapacitados, supervivientes de abusos y ancianos con demencia. Un caballo puede calmar a un adolescente ansioso o devolver la alegría a alguien que creía haber olvidado cómo sentirla.
A menudo se les llama espejos de emociones: los caballos captan instantáneamente el verdadero estado interior de una persona, aunque ella misma no sea consciente de ello.
«Los caballos son 100% emoción. No mienten y no soportan las mentiras de los demás», asegura Striano. «Si dices que estás bien, pero por dentro te estás derrumbando, lo notarán y se irán. Pero si eres sincero, incluso si estás triste o enfadado, se quedarán contigo«.
Esta sensibilidad los convierte en compañeros extraordinarios para quienes sufren dolor, adicción o traumas.
Striano recuerda vívidamente cuando un joven llegó a la granja al principio de su rehabilitación de la drogadicción. Vestido con una sudadera con capucha y las mangas bajas, parecía estar siempre en guardia. Por aquel entonces, la granja tenía un caballo llamado Heartbreaker. Aunque ya ha fallecido, Striano rememora con asombro lo que ocurrió a continuación.
“Se acercó a él y… lo aceptó”, narra Striano. «Lo miró como diciendo: ‘Veo que estás destrozado. Yo también lo estoy. Pero eso no es el fin. Todavía puedes amar'».
Los dos entraron juntos en el prado. Heartbreaker se tumbó en el suelo y el hombre se sentó a su lado, apoyando la cara en su cuerpo. Durante media hora, permanecieron sentados en silencio.
“Era una paz absoluta”, recuerda Striano. «Confianza sin palabras. Presencia sin condiciones». Entonces se acercó la madre del joven. Heartbreaker, que se había mostrado tranquilo y amable, se agitó de repente: resopló, sacudió la cabeza, intentó soltarse.
“Actuaba como si quisiera protegerlo de su madre”, cuenta Striano. «Me apresuré a alejar a Heartbreaker. El joven se volvió hacia mí y me susurró: ‘Se esconde detrás de su religión, pero no me ha perdonado. Nunca lo dirá, pero el caballo lo vio».
Para Striano, esto confirmó algo que ha visto una y otra vez: los caballos no responden a las apariencias, sólo a la verdad. «No ven la máscara. Ven el alma. Y ése es su poder. Nos ven como realmente somos y, aun así, eligen estar con nosotros«.

ONU El santuario para caballos Spirit’s Promise ofrece un santuario de curación tanto para animales como para humanos.
Entre el cuidado y la explotación
Los debates en torno a la explotación de los caballos son constantes: desde los caballos de carruaje hasta las carreras y la industria del espectáculo, ¿dónde está la línea que separa la tradición de la crueldad?
“Odio las carreras”, apunta Striano. «Puede que una vez tuvieran un propósito. Ahora se trata sólo de dinero. A los caballos se les inyectan drogas, se les encierra, se les utiliza. Luego los sacrifican».
Al mismo tiempo, reconoce que las cuestiones éticas no siempre están claras. “No creo en el sacrificio de un alma por otra”, responde cuando se le pregunta por los caballos que tiran de los carruajes para turistas en Central Park, Nueva York. «Esos caballos alimentan a familias enteras. Tenemos que encontrar un equilibrio. Pero nunca debemos olvidar: los caballos no son herramientas. Son seres vivos«.
Perdonar y volver a amar
Para Striano y los caballos que cuida, la granja es un lugar donde se reconstruye la confianza entre las especies. Para ella, su trabajo es un privilegio, una oportunidad diaria de estar con criaturas que saben perdonar y volver a amar, hayan pasado por lo que hayan pasado.
«Cuando entro en el prado y se me acercan, les doy las gracias. Siempre», dice. «Porque un caballo es puro. No están contigo porque los domaste, están contigo porque así lo decidieron. Y eso lo es todo».
Un día para dar las gracias
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hay unos 60,8 millones de caballos en el mundo.
Estados Unidos tiene 2,41 millones de caballos y ponis repartidos en 63.000 granjas, mientras que la Unión Europea alberga unos siete millones de caballos y 800.000 puestos de trabajo en la cría ecuestre, el deporte y el turismo.
En Mongolia hay 3,4 millones de caballos, casi uno por persona.
Más allá del deporte y la industria, los caballos, burros y mulas son vitales para la vida rural. Según estudios de la Organización Mundial de Sanidad Animal y la FAO, 112 millones de équidos de trabajo contribuyen al sustento de unos 600 millones de personas en países de renta baja y media, ayudando a transportar agua, alimentos y mucho más.
El 11 de julio, primer Día Mundial del Caballo, la ONU invita al mundo a decir “gracias” al fiel compañero de la humanidad por su trabajo, confianza y paciencia. Por permanecer a nuestro lado y ayudarnos a sanar.
“Un caballo es un regalo”, afirma Striano. “Y no tenemos derecho a perderlo”.