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EE.UU. irrumpe con tecnología puntera en el conflicto entre Israel e Irán: el bombardero B2 y la bomba GBU-57

22 de junio del 2025.- Estados Unidos ha entrado en la guerra iniciada el pasado 13 de junio entre Israel e Irán, con un fulgurante bombardeo contra las tres principales instalaciones nucleares iraníes: Fordow, Natanz e Isfahan. Este ataque marca el primer bombardeo estadounidense directo en suelo iraní desde la revolución islámica del ayatolá Jomeini y representa un punto de inflexión en la política exterior de Donald Trump, quien había hecho de su negativa a emprender en aventuras bélicas en el exterior uno de sus principales argumentos políticos.

El presidente de Estados Unidos, que dio este paso sin consultar al poder legislativo -a lo que, por otra parte, no está obligado-, calificó la operación como un «espectacular éxito militar» y advirtió de que, si Irán no acepta poner fin a su programa nuclear, vendrán «ataques futuros mucho mayores». La operación utilizó algunos de los recursos militares más avanzados del arsenal estadounidense: tres bombarderos B-2 Spirit y las bombas antibúnker GBU-57, de cerca de 14.000 kilogramos, un arma de la que solo dispone Estados Unidos, nunca antes usadas en combate real, y capaces de destruir objetivos bajo tierra a gran profundidad.

Desde hace días, Trump disponía de los planes militares para llevar a cabo este ataque, pero el jueves la Casa Blanca anunció que el presidente se daba un plazo de dos semanas antes de tomar una decisión. Apenas 48 horas después, ha dado la orden de ataque, en la que ha sido denominada operación Martillo de Medianoche.

Cómo ha sido el ataque de EE.UU. a Irán
Varios bombarderos B-2 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos despegaron el sábado de la base aérea de Whiteman, en el estado de Misuri, mientras en apariencia el presidente Donald Trump se había dado un plazo de dos semanas para sopesar la posibilidad de atacar Irán.

Algunos de estos aviones, capaces de transportar potentes bombas, habrían cruzado el océano Pacífico con destino a Guam, un territorio estadounidense en Micronesia que alberga instalaciones militares, para actuar como señuelo, mientras el resto se dirigió sigilosamente hacia el este en un vuelo que duró unas 18 horas. Habrían recibido en su trayecto el apoyo de aviones cisterna para su reabastecimiento en vuelo. Con una recarga en el aire, el alcance de estos aviones es de 17.500 kilómetros.

Así, llegaron hasta su objetivo, la central nuclear de Fordow, la de mayor capacidad de enriquecimiento de uranio y cuyas principales instalaciones están ocultas en el seno de una montaña para protegerla de ataques. A las 23.00 horas (hora peninsular española, las 00.30 en Irán), un submarino estadounidense lanzó más de dos docenas de misiles de crucero contra las instalaciones nucleares de Isfahan, mientras las aeronaves llegaban al espacio aéreo iraní.

A las 0.10 horas del domingo, hora peninsular española, 1.40 horas en Irán, los B-2 arrojaron las dos primeras bombas pesadas GBU-57 sobre el sitio nuclear de Fordow. Luego prosiguieron el resto de ataques y los últimos objetivos fueron alcanzados una hora después.

Los ataques estadounidenses contra las instalaciones nucleares de Fordow y también las de Natanz e Isfahan, principales centros de enriquecimiento de uranio en Irán, incluyeron 14 bombas antibúnker, más de dos docenas de misiles Tomahawk y más de 125 aeronaves militares, entre ellos siete bombarderos B-2, en una operación dirigida por el general de mayor rango de EE.UU., Dan Caine. Según las evaluaciones iniciales de los daños, ha dicho Caine, los tres emplazamientos sufrieron daños y destrucción extremadamente graves, pero se negó a especular sobre si las capacidades nucleares iraníes podrían seguir intactas.

Fordow se encuentra a unos 100 kilómetros de Teherán, la capital de Irán. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) afirmó que no se ha registrado por el momento ningún aumento en los niveles de radiación fuera de las tres instalaciones nucleares atacadas por Estados Unidos.

El B2-Spirit, el «bombardero furtivo»
El Northrop Grumman B-2 Spirit, conocido como el «bombardero furtivo», es uno de los aviones de guerra más sofisticados del mundo. Con una estilizada forma de murciélago o de ala, y pintado de un color especial para contribuir a su ‘invisibilidad’, su principal ventaja radica en su tecnología furtiva o «stealth», que le permite penetrar las defensas más sofisticadas del enemigo sin ser detectado, a pesar de sus grandes dimensiones (52 metros de envergadura, 21 metros de longitud y cinco metros de altura).

La huella (firma) que deja en un radar el B-2 es extraordinariamente pequeña, apenas 0,1 m², lo que equivale aproximadamente al eco de un frisbee, en comparación con un B-52, que tiene la firma de un Boeing 747. De este modo, este bombardero, que puede alcanzar los 972 kilómetros por hora, se hace prácticamente indetectable.

Con un coste por aeronave de más de 1.100 millones de dólares, la Fuerza Aérea solo cuenta con 20 bombarderos B-2, por lo que su uso suele ser esporádico, informa Reuters. Pero tiene una alta capacidad destructiva, gracias a que puede operar a 15.200 metros de altura y llevar una carga de cerca de 20 toneladas de bombas, entre convencionales y nucleares.

La bomba ‘revienta-búnkeres’ GBU-57, el arma clave
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, había pedido a su aliado estadounidense el uso de su mayor bomba ‘revienta búnkeres’, la GBU-57, ya que las armas israelíes capaces de destruir refugios subterráneos no tienen tanto alcance. La GBU-28, con un peso de 2.270 kilogramos y guiada por láser, fue usada por Israel para matar al líder de Hizbulá, Hasan Nasrala, el 27 de septiembre de 2024. Tiene una capacidad de penetración de hasta 20 metros de hormigón reforzado o roca, pero para acabar con Fordow y sus centrifugadoras era preciso recurrir a su ‘hermana mayor’.

La bomba GBU-57/B MOP (GBU significa «Guided Bomb Unit», Unidad de Bomba Guiada, y MOP es «Massive Ordnance Penetrator», Penetrador de Munición Masiva) fue el arma principal utilizada contra las instalaciones iraníes en Fordow. Se trata de una bomba de 13,6 toneladas de peso, unos 6,2 metros de longitud y 0,8 metros de diámetro. Solo los bombarderos B-2 son capaces de transportar y lanzar estas bombas (dos por aeronave), debido a su tamaño y su peso.

Lo que la hace diferente a la GBU-57 es su diseño endurecido con una carcasa de acero reforzada muy gruesa para perforar montañas y llegar a gran profundidad, taladrando suelo, rocas y hasta hormigón reforzado, aunque puede avanzar hasta profundidades mucho mayores en materiales menos resistentes. Existe debate sobre la capacidad de penetración de la bomba. La Fuerza Aérea de Estados Unidos afirma que la GBU-57 puede penetrar hasta 60 metros de material no especificado antes de explotar, mientras que analistas citados por la BBC informan que la profundidad se puede reducir a 18 metros si se trata de hormigón.

Dispone de un sistema de navegación que le permite alcanzar una precisión de pocos metros. La profundidad de penetración se logra tanto por la velocidad que alcanza en su caída desde gran altitud (supera la velocidad del sonido, hasta una magnitud de Mach 1.29) como por su integridad estructural durante el impacto.

Diseñada específicamente para penetrar bajo tierra, tiene un detonador que detecta cuándo ha alcanzado una cavidad abierta antes de explotar. La GBU-57/B puede transportar unas 5.300 libras (2.400 kilogramos) de explosivos. Cada una de estas bombas cuesta unos 20 millones de dólares por unidad, según estimaciones recientes.

Esta bomba, cuyos primeros diseños son de 2002, se empezó a desarrollar en profundidad en 2004, en pleno conflicto con Irak, originalmente con la intención de atacar y destruir objetivos construidos específicamente en montañas. En principio, esta idea podía aplicarse a Corea del Norte, pero posteriormente se expandió a objetivos que incluían también a Irán.

Con todo, no hay garantía de que una o dos de estas bombas puedan desmantelar Fordow con éxito, ni mucho menos destruirlo, puesto que se desconoce la profundidad exacta en la que se encuentran sus instalaciones. El pretendido éxito y carácter quirúrgico de este ataque podría no ser tal, señala el almirante retirado Juan Garat, en declaraciones al Canal 24 horas: «Incluso si se han conseguido destruir las centrifugadoras de Fordow, nadie sabe ya cuántos quedaban allí, después de una semana de bombardeos por parte de Israel».

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