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Sangre, saliva y tinta (Columna Política «La Feria»)

Columna Política «La Feria», Sr. López (20-V-19).- El ya lejano 23 de julio de 2013 contó a usted este menda, lo mucho que lo escandalizaron las afirmaciones de un político nacional, viejo zorro ya retirado, en una comida de amigos (de él, este López era colado), quien afirmaba que en México sólo había dos clases de gente, ‘los que ponen’ y ‘los que agarran’; que la democracia era un cuento inaplicable; que la corrupción era el aglutinante de los intereses políticos, al que debíamos la paz; y que todos los países de Latinoamérica se construían a palos y mentiras, en la proporción que hiciera falta. “Por estos canallas estamos como estamos”, pensó iracundo el del teclado (sin dejarlo notar, que estaba comiendo rico y de gorra).

Pasaron los años… bueno, no pienso que sea correcto nada de lo que dijo ese señor, pero tampoco se equivocaba mucho.

Nuestra democracia nos ha servido hasta el momento y nada más, para tirar a la basura a los que esquilman la fe de la ciudadanía, por su ineficacia o por saquear el erario. No hemos hallado el modo de construir algo con esa cosa, la democracia.

En el 2000, la gente echó al PRI; en el 2012 al PAN; en el 2018, al PRI… ¿y Morena pasará por la misma criba?… no se sabe, puede ser, como van, es probable y si le siguen, será un hecho.

El inesperado regreso triunfal del PRI en 2012, se deshilachó en tres meses, cambiando sus estatutos firmaron el “Pacto por México” y el gobierno federal soldó, remachó y reatornilló  al país con el gran capital haciendo abierto el consorcio de intereses políticos y económicos, instalando una estructura gubernamental depredadora, constituida por una legión de integrantes de los gobiernos federal, estatales y municipales; la casta dorada de las empresas paraestatales; gargantones dirigentes sindicales y los socios, hijos y amigos de todos ellos, que metieron mano al cajón, haciendo lucir modestos y moderados como señoritas del XIX bordando carpetitas, a los políticos de la posrevolución que se conformaban con hacerse de un par de ranchos, una casota (estilo “californiano”… ‘art nacó’ puro) y un coche de 8 cilindros; en tanto que esos que desplazó Morena (ni tanto, fue AMLO), necesitaban jets, yates, batería de camionetas blindadas, mansiones en México y el extranjero, y que en cualquier banco del mundo los recibiera en la banqueta, para abrirles la portezuela de su limusina, el Presidente del Consejo, sudando y sonriendo.

Hasta ahorita y sin prueba en contrario, esto es nuestra peculiar democracia: un triturador de basura, no una herramienta para el desarrollo.

Es difícil que el Todopoderoso conceda a nuestro Presidente su ferviente deseo de que la corrupción desaparezca por siempre (gracias a sus poderes, por conocer), pues muchos políticos, funcionarios y ricotes, saben  que a la larga o a la corta, si perseveran, si respetan las reglas del juego de saquear al país, tocarán los dinteles de la gloria de la corrupción de altos vuelos, que tiene todas las ventajas, destacadamente, que implica menos riesgo que pasarse un semáforo en la madrugada en una calle vacía. ¿O cómo debemos interpretar el perdón y punto final para los corruptos “porque el país no se puede empantanar por estar persiguiéndolos”, dijo nuestro entonces presidente electo Andrés Manuel López Obrador, el 21 de noviembre de 2018… cómo?; por lo mismo es que prevalecerán no pocas malas prácticas, y encima: el salpicadero general de los lodos de la corrupción, es lo que explica en alguna medida la cohesión y funcionamiento de no poco de eso que fueron algunos gobiernos anteriores, mientras el actual, hasta el momento, es un aparato que no acaba de arrancar y promete hacerlo para realizar proyectos y programas que erizan el pelo de conocedores y alteran el pulso del tenochca ilustrado (sí hay).

Esa idea de las dos clases de mexicanos, es interesante: los que ponen y los que agarran. De ‘poner’ somos todos los que pagamos impuestos, los que le damos para su refresco al agente de tránsito, los que dan mordida al inspector para poder vender chicles en un crucero, los que revenden al rayo del sol productos pirata que contrabandea un influyente, los que tienen que juntar la cuota voluntaria para inscribir a sus hijos en la escuela pública y “gratuita”, o sea, nosotros, el peladaje. De ‘agarrar’ son los que forman la clase de los privilegiados, los millonarios que pagan menos impuestos que un cartero gracias a despachos de especialistas fiscales, los que explotan concesiones exclusivas, los que monopolizan el contrabando nacional, los que compran todo lo que  se le roba (en tiempo presente) a Pemex para venderlo en establecimientos oficiales a precio ¡libre!: la casta propietaria de casi todo, que goza de cabal salud (y bien puede hibernar seis añitos… bueno, cinco y medio, poquito menos).

Si usted duda de a qué sector pertenece, consulte a su consorte… no se haga.

Queremos los que tenemos la cabeza donde va, que le vaya bien a este gobierno, nadie se va a lamentar de que la economía crezca al 4% promedio anual; nadie va a organizar una marcha en contra de mejores sueldos; no veremos plantones de ocupados, exigiendo regresar al desempleo. Claro que queremos que le vaya bien, nos iría bien a todos, pero pasan los días, las semanas y ya casi los primeros seis meses y cada vez es más notorio que el Presidente sostiene su discurso y propósitos, a fuerza de palabras, palabras que se pueden desgastar y se desgatarán, si su Gabinete no hace realidad los inmensos compromisos ya públicamente contraídos y repetidamente prometidos… y no es falta de cariño, lo quieren con el alma, pero no se puede y no se atreven a decírselo, total, ya se verá qué se hace al llegar a la orilla del precipicio… y también cada vez más se nota que no lo informan (o peor, no tiene la información o no la entienden, mala cosa, como se vea).

De los palos y las mentiras podríamos hablar largo, no es necesario: es verdad sabida. Y así en toda America Latina: con diferencias de matiz, somos países hechos con sangre, saliva y tinta.

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