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Artículo de Fondo «elquenocae…», Por Leopoldo G. Arenas (14-VIII-17).- Durante el transcurso del último año, de manera reiterativa, hemos advertido de los peligros para la paz y estabilidad social que representan los discursos y políticas de determinados personajes.
El viernes pasado tuvimos un ejemplo muy claro de lo que referimos.
Charlottesville Virginia, ciudad pequeña de aproximadamente 45,000 habitantes, cuna de uno de los héroes de la independencia Estadounidense Thomas Jefferson, cercana a la capital gringa pero históricamente identificada con el llamado “Sur” y la Confederación que dio origen a la Guerra Civil a finales del siglo XIX; pueblo histórico y pintoresco.
En este lugar turístico para los norteamericanos, el mensaje nacionalista del presidente Trump ya origino los primeros problemas; los supremacistas blancos, grupos con ideologías neo nazista, racistas y sobretodo nacionalista, protagonizaron altercados que dejaron por lo menos un muerto y dos decenas de heridos.
Sintiéndose apoyados por un presidente que no comprende el origen multiétnico de su país, el que fue formado por migrantes de todo el mundo, los cuales llegaron en diferentes oleadas, (Europeos en el siglo XVIII, Africanos y Chinos en el XIX, latinos, hindúes y antillanos en el XX), con una población nativa de diversos grupos indígenas y una población de raíces mexicanas relevantes; los grupos supremacista se consideran los dueños de la nación y bajo su muy especial óptica, creen que todo aquel que no sea blanco, güero y de ojos claros, no tiene derecho a vivir y permanecer en el país.
Bajo esta línea de pensamiento, el cual ha sido alentado por el discurso de América para los americanos y Primero América, estas minorías han cobrado una fuerza importante, se sienten apoyadas desde el gobierno y gozan de un grado de impunidad importante.
El mismo viernes después de los trágicos acontecimientos, el Presidente Trump, en lugar de ser enérgico con sus declaraciones y condenar a estos grupos, fue tibio y trato de dispersar la responsabilidad entre varios; en ningún momento criticó y mucho menos señaló la responsabilidad directa de estos.
El fin de semana, de igual manera, un turista gringo que se encontraba de paseo en Alemania, pensando que todos los blancos son como el, en varias ocasiones realizó saludos nazis, hasta que un ciudadano alemán, avergonzado por lo que estaba ocurriendo, le dio un puñetazo que le rompió la nariz y coloco al gringo en su lugar.
Para el caso de Sudamérica el dictador Nicolas Maduro, escudado bajo el discurso nacionalista, justifica su permanencia en el poder, se denomina el salvador de la patria y la única alternativa para mantener la independencia de Venezuela frente al intervencionismo de México, Colombia y demás países, según él, la situación que vive el país es culpa de la comunidad internacional. Mientras tanto, los venezolanos se mueren de hambre, pierden derechos y libertades cada día y el país está a punto de sumergirse en una guerra civil de grandes proporciones.
México no se salva, un conocido personaje de la política, día con día sale a medios de comunicación, justifica sus ansias de poder en el discurso nacionalista de primero los pobres, ocultando sus ligas con grupos delincuenciales que le proveen de dinero como quedó demostrado en el caso de la delegación de Tláhuac en la Ciudad de México y como según líneas de investigación abiertas, pudiera extenderse a otros lugares, como el caso de Tlalpan y que pudiera afectar a colaboradores cercanos como Claudia Sheinbaum, cosa que no sería raro, según los antecedentes de lo ocurrido con Bejarano, Imaz , Jose Luis Abarca o la veracruzana Eva Cárdenas.
Los seguidores de este personaje se han transformado en gente violenta, piensan que ellos son los dueños de la verdad y la única información real es la que surge de su líder, cuando platicas con ellos, son cerrados en su pensamiento y ante argumentos, responden con agresión que puede llegar a graves extremos. En medios de comunicación electrónicos, en cuanto surge algún comentario negativo para con su líder, llenan las páginas de comentarios ofensivos, agreden a los que piensen diferente y saturan las redes sociales.
El peligro existe y está latente, todo fomentado como en los tres casos señalados en esta columna, por sujetos que su única ambición es el poder por el poder.
